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Golondrina
Simbolismo de la golondrina
Las golondrinas son aves migratorias que se pueden encontrar en todos los continentes del mundo. Estas tienen ponen sus crías en las regiones del hemisferio norte, como Norteamérica, Europa y países de Asia como Japón, China, las dos Corea y las repúblicas exsoviéticas; y emigran durante el invierno a las regiones del hemisferio sur, como Suramérica, los países de África debajo del desierto del Sahara, el norte de Australia, Indonesia, la India y los países de Oceanía. Dado que estas abandonan el norte en las temporadas frías y regresan en la estación siguiente, son conocidas como un símbolo de la llegada de la primavera. Por tanto, eran tenidas como representantes de la fecundidad. Por ello en China se decía que la llegada de estas correspondía con el equinoccio de primavera. También existía una leyenda de que una mujer, Hien–ti, quedó embarazada al comerse el huevo de una golondrina. De dicha mujer descendería Confucio, el hijo de la golondrina.
En muchos pueblos, era costumbre cocinar tortas y dulces con forma de golondrina para ponerlas sobre las puertas. En Oriente se creía que la golondrina sufría una metamorfosis durante el invierno. Lie-Tse decía que esta se convertía en concha para soportar el frío y luego volvía a ser golondrina con el calor. De tal forma que funcionaba como un símbolo del cambio y como un animal que representaba la relación del yin y el yang. Siguiendo este orden de ideas, los egipcios tienen narraciones en las que la diosa Isis se transformaba en golondrina durante las noches, volando sobre la tumba de Osiris y dando gritos hasta la aparición del sol. Por tanto, esta ave funciona como símbolo del eterno retorno y de la resurrección.
Dentro de la mitología celta, la golondrina tiene el nombre de Fand. Esta diosa es la esposa del dios marino Manannan, aunque llega a enamorarse de Cúchulainn. Seducido por la diosa, este viaja al inframundo con la diosa y pasan juntos cerca de un mes. Tras este tiempo, Cúchulainn la abandona y es atrapado por su esposa, Emer. Triste por ello, Fand regresa con su propio esposo, quien la estuvo buscando todo ese tiempo. Otra deidad celta relacionada con la golondrina es Fandler, uno de los hijos de Nechtan Scene, asesinado por Cúchulainn cuando viajó a la frontera del Ulster. Este Fandler era un guerrero ligero que podía combatir por encima de las aguas. De esta manera, la golondrina se relaciona como símbolo con el agu a, trayendo interpretaciones de alternancia y fecundidad.
En Malí, los bambara ven en la golondrina un auxiliar, y en algunos casos una manifestación, de Faro, dios del verbo, la pureza y las aguas. Es esta ave quien toma la sangre de las personas que son sacrificadas en honor del demiurgo y la lleva a los dioses. Más tarde, esta misma sangre es convertida en el cielo en agua sagrada y luego es lanzada a la tierra en forma de lluvia. De tal forma que, tal y como se veía anteriormente en otra cultura, la golondrina es un símbolo de la fecundidad de la tierra. Mientras tanto, en el islam, la golondrina es un símbolo de renuncia y buena compañía al ser una de las aves del paraíso. Con una interpretación similar, los persas veían en esta ave un símbolo de la separación, el viaje y la soledad, propios de la emigración.
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Caracola
Simbolismo de la caracola
Caracola es el término con el cual se conocen a los caracoles marinos, moluscos gasterópodos que viven en ecosistemas acuáticos. Dado que estos se pueden encontrar en las aguas de casi todo el planeta, y dado que sus conchas vacías suelen ir a parar en las playas, son animales que han convivido con el ser humano a lo largo de toda su historia (de hecho, son mucho más antiguos que este). Por esta razón, las caracolas, en especial sus caparazones, han sido utilizadas para distintos fines por muchas culturas, recibiendo todo tipo de lecturas y asociaciones simbólicas.
La caracola en la mayoría de las culturas tiene dos significados bien diferenciados. El primero lo asocia con el agua primitiva, antecesora de la tierra y de todas las formas de vida terrestres; y el segundo lo asocia con la música, pues las conchas de estos animales fueron utilizadas para hacer instrumentos similares a las trompetas actuales. De esta manera, la caracola es una reminiscencia del origen, de la creación, de la nada, del mundo anterior al ser humano. Por esto, la caracola es soplada para evocar a los ancestros y a los dioses, para recordar el mundo primordial y los designios de los creadores. Por ello era utilizada por los lamas tibetanos, los brahmanes y los maorí en sus ceremonias espirituales. Dada la relación entre el inicio, lo espiritual y la caracola, esta es enterrada junto con los muertos en los actos fúnebres yóguicos.
Además de este uso ritual, las caracolas son sopladas para provocar un sonido perturbador, que inspira terror a quien lo escucha. Por esto, dicho sonido es asociado con el infierno y con el mundo de los muertos; y por lo mismo utilizado como cuerno de guerra, para espantar al enemigo y para tener a los ancestros del lado de los guerreros. El guerrero es, además, no sólo aquel que empuña un arma, sino aquel que domina sus propios demonios y los elementos naturales. Por ello los tibetanos usaban la caracola, junto con otros instrumentos, para eliminar los sonidos del mundo material y las preocupaciones de la mente del meditador, de tal forma que este pudiera escuchar el sonido primordial: el sonido de la Verdad y de la naturaleza.
Por ser un animal marino, la caracola es un elemento y una reminiscencia del agua y del mar. Por ello es un atributo de Varuna, el rey de las aguas. Además de esta interpretación, la caracola también es asociada con la luna por su color blanco amarillento. Por eso, y por la forma espiralada de su concha, es un símbolo del paso de los días y las noches, del tiempo, del infinito y de lo eterno. Esto se debe a que la espiral es de por sí un símbolo del tiempo, pues su figura remite al infinito, pues crece desde el centro hacia afuera; y a lo cíclico, pues el tiempo avanza siguiendo un patrón, unas repeticiones y unas formas preestablecidas. Así, la caracola, en tanto tiempo y luna simbólica, domina las mareas, las estaciones y los ciclos de los cultivos. Es un eje que comunica el agua, la tierra y el cielo.
En varias culturas también se asocia a la caracola, como el caracol, y la concha con el sexo femenino, ya sea por su forma similar a la vulva, o ya sea por su movimiento en la marea, su viscosidad, su apariencia, su relación con el agua o el tacto que produce este animal. De esta forma, la caracola sería un símbolo de lo femenino, de la mujer. Esta lectura simbólica también se puede encontrar en los aztecas, para quienes representaba la preñez y el parto, debido a la semejanza entre la concha y el vientre de la mujer embarazada. Mientras tanto, para los nativos de Dahomey, en el oeste de África, se pensaba al caracol como un receptáculo de esperma y, por tanto, del origen de la vida. De esta forma, la caracola remite nuevamente al inicio y a lo primordial.
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Caracol
Simbolismo del caracol
El caracol es un molusco gasterópodo de cuerpo baboso y provisto de una concha en forma de espiral. Estos se pueden encontrar en diferentes hábitats alrededor del mundo, incluso marinos (estos caracoles acuáticos son llamados caracolas). Por esta razón, los caracoles han convivido con el ser humano a lo largo de su historia, recibiendo distintas lecturas simbólicas que le otorgaban poderes sobrenaturales.
De esta manera, dada la forma en espiral de su caparazón, se le asocia con la luna y con los cuernos animales. Una antigua leyenda mexicana refiere que Tecsiztecatl, el dios de la luna, quedó encerrado en un caracol. Así, la concha de este animal es un símbolo del laberinto y de la prisión, pues el mismo caracol parece estar sujeta a ella, como si estuviera condenado a cargarla y a llevarla a rastras por el mundo.
Para otras civilizaciones, el caracol es una representación del paso del tiempo y de su continuidad, pues este siempre permanece en movimiento, arrastrándose pacientemente por el suelo. Esta interpretación se ve reforzada con la figura de la espiral, cuya figura remite al infinito, pues crece desde el centro hacia afuera; y a lo cíclico, pues el tiempo avanza siguiendo un patrón, unas repeticiones y unas formas preestablecidas.
Mientras tanto, en el norte de África se realizan rosarios con las conchas de los caracoles para realizar rituales y ceremonias que atraigan la lluvia y la fertilidad. Esto se debe a que el caracol está asociado con la humedad y el agua, pues su cuerpo siempre está mojado y viscoso
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Lechuza
Simbolismo de la lechuza
Las lechuzas son varias especies de aves estrigiformes que cazan durante la noche. Estas aves usualmente son confundidas con los mochuelos y los búhos, pero se diferencian de estos últimos en que no tienen plumas en la cabeza con forma de orejas. Las lechuzas se pueden encontrar en prácticamente todo el mundo, por lo cual han estado relacionadas con diferentes culturas a lo largo de la historia. Tal vez la lechuza ideal, la que se piensa usualmente cuando se habla de este tipo de pájaros, es la lechuza de los campanarios (Tyto alba), cuyas facciones se asemejan a la de un ser humano. Esta se puede encontrar en Europa, América, Australia, la mayor parte de África y el sur y el cercano Oriente.
En el mundo antiguo, la lechuza era un ave despreciada muchas veces por su aparente fealdad y por ser una ladrona de comida. No obstante, se le tenía por un símbolo de la inteligencia, la agilidad y la astucia, por lo cual era el emblema de Atenea en el mundo griego. También se consideraba que la lechuza es un ave en oposición al águila, pues era nocturna y sus ojos no soportaban la luz directa del sol; mientras que el águila es un ave rapaz diurna y es capaz de mantener sus ojos abiertos aun ante la inclemencia del sol de mediodía.
De esta forma, la lechuza se tenía por símbolo de la noche, lo oscuro, lo nocturno, lo oculto y lo secreto. Es por ello que el filósofo francés René Guénon veía en la lechuza la oposición clásica entre Atenea y Minerva, entre el conocimiento racional y el conocimiento intuitivo, relacionado con el día y la luz solar. Así, pues, la lechuza ha sido vista como un símbolo del conocimiento que escapa a la comprensión. Por esto se le relaciona con las brujas y los hechiceros, y por lo mismo se le otorgan capacidades mágicas y de clarividencia.
Dentro de la mitología griega, la lechuza simboliza a Ascálafo, hijo de Aqueronte con la ninfa de las tinieblas. Este Ascálafo es el mismo que descubre a Perséfone
Para los aztecas, la lechuza, junto con la araña, era el animal que representaba al rey del infierno. Así, se le nombra en varios códices como la guardiana de la casa oscura que hay bajo tierra. Así, se le relacionaba con los terremotos y la tierra, así como con la lluvia, las tormentas y la noche. Por todo lo anterior, también era un símbolo de la muerte y de la luna, cuyas fuerzas tienen repercusión en la Tierra y en la vida que hay sobre esta. Por ello se creía que la lechuza controlaba las mareas, el crecimiento y los cultivos.
Por su parte, en la cultura preincaica Chimú, cuyo desarrollo tuvo lugar dentro del Perú, era usual que en las tumbas y en los monumentos funerarios se dejaran cuchillos rituales que tenía la imagen de un ser mitad humano y mitad lechuza. Por tanto, de forma similar a los aztecas, se asociaba a la lechuza con la muerte y el mundo espiritual. Además de esto, se han encontrado pinturas con la imagen de una lechuza con un cuchillo en una garra y una copa en la otra, seguramente dispuesta para recoger la sangre de las víctimas de los sacrificios.