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Religión

Jamsa

Simbolismo del Jamsa

Bluewind [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Simbolismo del Jamsa

El Jamsa, también conocido como Hamsa o la Mano de Fátima, es un símbolo con la forma de una mano y en un ojo en la palma de este que es muy popular en Oriente Medio y algunos países del Mediterráneo, tanto europeos, como africanos y asiáticos. El término jamsa proviene del árabe خمسة (Jamsah), del hebreo חַמְסָה (Hamsa) y del bereber ⵜⴰⴼⵓⵙⵜ (Tafust). Todos hacen referencia al número cinco, cuya raíz en el árabe, J-M-S, se encuentra en el vocablo hebreo חמש (jamésh), que traduce “cinco”. Esto se debe a que la mano tiene cinco dedos. Por lo general, este símbolo consta de una mano abierta, con los dedos juntos, cuyo dedo corazón es más grande y cuyos meñique y pulgar son del mismo tamaño. Usualmente, estos dos últimos están abiertos hacia afuera, a la manera del pétalo de una flor. Por su parte, el índice y el anular tienen la misma longitud, lo que le confiere una gran simetría a toda la imagen.

El jamsa es un símbolo muy antiguo, cuyo registro más antiguo se remonta al siglo IX a. C., cuando los cartagineses lo llevaban como amuleto en el año 820. Se sabe que también era empleado en varios cultos dedicados a Tanit, patrona de Cartago y consorte del dios Baal

. Esta diosa después sería asimilada por los bereberes y los magrebinos, con lo cual el empleo del Jamsa se extendió por todo el norte de África. También se puede encontrar en los mosaicos de Janina y Marianos realizados entre el 518 y el 527 a. C., como representación de la mano de Dios. Ya para el 244 a. C., el símbolo fue adoptado dentro de la iconografía judía, como se puede ver en los frescos parietales que tenía la sinagoga siria de Dura Europos. No obstante, el significado que le daban árabes y judíos era distinto, igual que el significado que le otorgaban los bereberes. Aun así, para todos representaba un símbolo de protección, poder, fuerza y autoridad divina.

Para los cristianos, los judíos y los musulmanes, el jamsa está estrechamente relacionado con la idea de la mano de Dios, manifestación de cómo Dios interviene en los eventos terrenales

. Es probable que anteriormente se usara como talismán o amuleto, aunque recientemente se le usa más como una representación de la religión monoteísta y una expresión de cuánto desean los creyentes la bendición de Dios. De todas maneras, el jamsa se puede encontrar como un objeto decorativo en los hogares y los lugares ceremoniales. Debido a que este símbolo contiene el número cinco, que es sagrado para unos y otros, los judíos ven en los cinco dedos una representación de los cinco libros de la Torá (el Pentateuco), mientras que los musulmanes ven los cinco pilares del islam.

Por otro lado, en el mundo árabe no musulmán se le tiene como un talismán que puede proteger a su usuario del mal de ojo y de toda desgracia y envida. De esta forma, se cree que la mano representa la acción de detener el mal, de la misma forma que alguien detendría el tráfico con la mano abierta. Además, se cree que atrae la buena suerte y que cada uno de sus dedos representa la peregrinación a la Meca, el ayuno en Ramadán, la limosna que se le debe dar a los pobres, las cinco oraciones del día y la creencia en lo divino. Algunas regiones asocian el jamsa con Fátima az-Zahra, la hija de Mahoma que vivió entre el 606 y el 632. Por esta razón, el jamsa también se conoce como Mano de Fátima. Según cuenta la leyenda, Fátima metió su mano en agua hirviendo cuando vio a su esposo con una concubina. Además, en la palma de la mano se le agrega un ojo, que representaría el ojo de Fátima.

Religión

Altar

Historia del altar

Marlith [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Simbolismo del altar

El altar es una estructura arquitectónica utilizada para ceremonias religiosas en varias culturas del mundo. De esta forma, el altar, que usualmente tiene la forma de una mesa, sirve como el lugar donde se depositan ofrendas, se elevan oraciones o se realizan sacrificios. El término altar proviene de los vocablos latinos altus y altare, que traducen “elevación”. Esto se debe a que el altar históricamente ha sido el lugar de comunión entre el cielo y la tierra, entre los dioses y los seres humanos, entre lo divino y lo terrenal. No obstante, algunas culturas y sociedades prefieren el término ara, como era el caso de los romanos y como el caso de los francmasones. Estos llaman ara al lugar donde ponen su libro sagrado.

En la antigüedad, los lugares eran utilizados como altares, como podría ser el caso de una montaña, una colina o un árbol. Después, con la innovación de las técnicas arquitectónicas, pudieron erigirse templos y los altares pasaron a estar dentro de estos, en lugares cerrados

. Esto procuraba que el altar estuviera protegido contra la inclemencia del clima o que fuera deteriorado por la acción de personas ajenas al culto en cuestión. Así, en el mundo grecorromano los altares se usaban para realizar libaciones con vino y sacrificios de todo tipo. En estas culturas existían dos tipos de altares: uno público, ubicado en templos y lugares públicos importantes; y otro privado, que erigían las familias dentro de sus hogares para hacer peticiones personales.

En el cristianismo temprano, los altares consistían en mesas de madera poco trabajadas y de pequeñas dimensiones, por lo cual podían trasladarse de un lugar a otro. Esto resultaba muy útil cuando el cristianismo estaba prohibido dentro del imperio romano, pues los sacerdotes no tenían un templo fijo donde realizar la misa y tenían que desplazarse de un lugar a otro. Ya para el siglo IV, se colocaron los altares en el ábside del templo y en el siglo XII se determinó que se volvieran inmóviles, por lo cual se reemplazaron los pequeños altares de madera por grandes altares hechos de granito, piedra o mármol. Desde entonces, el altar suele tener una bodega donde se guardan las reliquias y otros elementos propios de la misa.

De esta manera, se dispuso que los altares tuvieran una piedra de consagración, conocida como ara, en el lugar donde debían ser guardados el cáliz y la hostia. Estos dos por lo general eran puestos en el centro del altar durante la realización de la eucaristía. En las primeras décadas en las que el altar fue dispuesto de esta forma, el sacerdote oficiaba en la mitad del presbítero frente a los fieles, de los cuales permanecía apartado. De esta forma, quedaba señalada la relación más cercana que este tenía con Dios. Poco después, se dispuso que los altares estuvieran acompañados de un retablo en el fondo, una pieza arquitectónica que funcionaba como un escenario para distintos elementos, pinturas o figuras del cristianismo. El retablo se hizo más importante durante el auge del arte gótico, adquiriendo una gran carga ornamental y simbólica.

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Religión

Sagrario

Tabernáculo

Nicolás Pérez [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Simbolismo del sagrario

El sagrario, también conocido como tabernáculo, es el recipiente de la sagrada hostia en los templos cristianos. La hostia, en el rito de la eucaristía, representa el cuerpo de cristo, mientras que el vino representa su sangre. El sagrario suele estar hecho de metal, aunque antiguamente estaba hecho de piedra o madera. Para que este no sea tomado por alguien ajeno al sacerdote, se le suele asegurar en una pared o en el altar; y sólo es removido cuando se llevan a cabo actividades especiales, como llevar la Sagrada Comunión a las personas enfermas que no pueden ir a la misa. El origen de este objeto litúrgico tuvo su origen en el Tabernáculo del Antiguo Testamento, un templo móvil que erigieron los israelitas por las órdenes que Dios le había dado a Moisés cuando estuvo en el Monte Sinaí. Por esta razón, en muchos templos se cubre el sagrario con una cortina o un velo, de forma que parezca la campaña del Tabernáculo.

En el cristianismo del mundo antiguo, los sacerdotes llevaban el pan consagrado en vasijas hasta la casa de los feligreses y los enfermos. Después de esta travesía, la eucaristía era guardada en la casa privada del sacerdote.

Esto cambió luego del Edicto de Milán, también conocido como La tolerancia al cristianismo, que tuvo su promulgación en el año 313. Este edicto fue impulsado por Constantino I el Grande y por Licinio, emperadores de Roma en Occidente y Oriente, respectivamente. Según este, el imperio le otorgaba la libertad de culto a sus ciudadanos, con lo cual dejaron de perseguirse a varias comunidades religiosas que eran tachadas como enemigas del imperio, favoreciendo principalmente a los cristianos. Así, los cristianos pudieron erigir sus templos y depositar el sagrario en estos.

En un comienzo, los sagrarios tenían la forma de una paloma, y estaban hechos de oro o de plata. Esto fue inspirado por el regalo que el emperador Constantino I le hizo a la Basílica de San Pedro en Roma, que consistió en dos sagrarios de oro adornados con doscientas cincuenta perlas blancas; y por los sagrarios con forma de torre y de paloma que regalaron el Papa Inocencio I y el Papa Hilario. Tras esto, los sagrarios pasaron a ser colgados sobre el altar con cadenas y expresamente sellados, tal y como lo decretaba el Cuarto Concilio de Letrán, que tuvo lugar en el año 1215.

Para finales del siglo catorce, los templos del norte de Europa, principalmente en Alemania y los Países Bajos, crearon torres de piedras para poner el pan eucarístico. Estas torres todavía se pueden ver en algunos templos alemanes y neerlandeses, donde reciben el nombre de sakramentshäuser y sacramentstorens, respectivamente. Estas se disponían frente al altar y en muchos casos tenían una altura similar al del techo de la iglesia. Por su parte, el obispo italiano Matteo Giberti mandó a que su sagrario estuviera sobre un altar distinto del altar principal. Esto fue replicado en distintas iglesias a lo largo del norte de Italia. Esta tradición después fue instituida por el papa Pablo V en 1614, recomendando que el sagrario podía ser puesto incluso en el altar mayor. A partir de entonces, debido a que el sagrario estaba a la vista de todos los creyentes, volvió a ser ricamente adornado.

Según dicta la Iglesia Católica, todos los elementos presentes en la transubstanciación, en la transformación del cuerpo y la sangre de Cristo en pan y vino, siguen siendo tales incluso después de la consagración. De tal forma que el sagrario también es parte del cuerpo de Cristo incluso después de que finaliza la misa. Si bien no hay una regulación sobre el material del que deben estar hechos los sagrarios, en las iglesias católicas predominan el latón, el bronce y tipos de madera pesada. Además de esto, se les forra con tela blanca, principalmente seda, para rememorar el Tabernáculo antes mencionado. La tradición del tabernáculo también se puede encontrar en las iglesias ortodoxas orientales, las iglesias luteranas, las iglesias episcopales y las iglesias anglicanas.

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Cristianismo

Capelo

Simbolismo del capelo

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Simbolismo del capelo

El capelo, también conocido como galero, es un sombrero de ala ancha que utilizaban las personalidades más importantes del clero, como los arzobispos y los cardenales. Este sombrero, usualmente de color rojo, se distinguía por llevar un par de cordones a los lados que terminaban en varias borlas que caía sobre el pecho. Se cree que este fue inspirado en el sombrero de peregrino y que comenzó a ser utilizado alrededor del siglo XIV.

En un principio, su uso sólo era permitido para cardenales, pues representaba la corona del Príncipe de la Iglesia. De esta manera, el papa Inocencio IV decretó en el primer Concilio de Lyon, en 1245, que los cardenales llevaran capelo rojo. Así podría distinguir a sus favoritos entre las procesiones del Concilio. Poco después, Jean Cholet le entregó su capelo a Charles Valois en 1285 como símbolo de la corona de Aragón, y por ello fue conocido durante la Cruzada aragonesa como rey del sombrero (roi du Chapeau).

Según dicta la tradición, cuando el sacerdote que utilizaba el capelo moría, esta prenda se debía colgar sobre su tumba, de forma que las borlas cayeran y quedaran flotando en el aire. Esto se puede observar en distintas iglesias y templos, donde algunos capelos siguen suspendidos hoy en día

. Algunas personas creen que cuando el capelo finalmente cae al suelo, pro el desgaste de las fibras y la fuerza de gravedad, significa que el sacerdote que solía llevarlo ha entrado al cielo y se encuentra descansando finalmente en paz.

Anteriormente, el capelo era entregado a los cardenales junto a un diploma por el Papa durante el Consistorio; pero esto se eliminó en 1969 por un decreto emitido en el Concilio Vaticano II, pues se buscaba que las figuras religiosas fueran humildes y cercanas al pueblo. En la actualidad, el capelo ya no es de uso común entre las personalidades religiosas. Aunque se cree que varios cardenales obtienen o mandan a realizar capelos en secreto o de forma no pública para mantener viva esta tradición, en es especial la de dejar el capelo colgado sobre la tumba del sacerdote.

Como símbolo heráldico, se puede encontrar en varios colores: rojo, vino tinto, café y hasta verde. Por lo general, esta pieza se usa en blasones eclesiásticos y funciona como corona y soporte del escudo, pues se coloca por encima y se deja que sus borlas caigan a los lados. De esta manera, se da la sensación de que el capelo abraza el escudo, de la misma forma que Dios y la Iglesia abrazan a sus seguidores. Por algún tiempo, el capeo fue introducido en la heráldica cristiana sin ningún tipo de reglamento, hasta que el papa Pío X reguló todo definitivamente. A través del decreto que emitió el 21 de febrero de 1905, quedaron regulados los colores, el tamaño y el número de borlas que debía tener cada pieza heráldica según el siguiente criterio:

  • Cardenal: de color rojo con borlas rojas 2×15.
  • Patriarca y primado: de color verde con borlas verdes 2×15.
  • Arzobispo: de color verde con borlas verdes2x10.
  • Obispo, prelado territorial y abad mitrado: de color verde con borlas verdes 2×6.
  • Prelado de la Cámara Apostólica: de color púrpura con borlas rojas 2×10.
  • Protonotario apostólico: de color púrpura con borlas rojas 2×6.
  • Prelado de honor y doméstico de Su Santidad: de color púrpura con borlas púrpuras 2×6.
  • Canónigo de la basílica mayor y Capellán de Su Santidad: de color negro con borlas púrpuras 2×6.
  • Vicario general, abad, protonotario apostólico honorario y vicario episcopal: de color negro con borlas negras 2×6.
  • Canónigo y prior: de color negro con borlas negras 2×3.
  • Vicario foráneo, arcipreste y deán: de color negro con borlas negras 2×6.
  • Presbítero: de color negro con borlas negras 2×1.
  • Diácono: de color negro y sin borlas.
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