Inca
Mama Quilla

Tomado de Instagram
Mama Quilla (mitología Inca)
Mama Quilla. Diosa Inca de la luna y la fertilidad, fue catalogada como divinidad principal. Las mujeres andinas acudían con gran fervor a ella para solicitar favores de esta deidad. Su importancia en la mitología Inca fue tal que estaba a la altura del dios del sol (Inti)
Mama quilla era la encargada de anunciar los periodos de fertilidad, ofrecer protección a las niñas, ayudar en el bienestar de los bebés recién nacidos e incluso su poder sanaba ciertas dolencias ubicados en los órganos reproductores femeninos.
Culto
Se erigió un Templo del Sol a donde se dirigían las sacerdotisas para rendirle culto y llevar sus ofrendas.
Inca
Mascapaicha

Elemaki [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons
Simbolismo de la Mascapaicha
La mascapaicha, también conocida como maskaypacha, era la corona que llevaba el rey del Imperio Inca. Llevar esta corona significaba, pues, ser el Sapa Inca, el Inca del Tahuantinsuyo (las cuatro regiones del Imperio Inca) y gobernador del Cusco, capital del imperio. Según señala el historiador Max Uhle, la etimología de este término proviene de los vocablos paicha, que se traduciría como “borla”, y masca, un término proveniente de las primeras naciones quechuas que dominó Manco Capac. Por lo tanto, se cree que la mascapaicha fue utilizada durante los primeros años en los que se fundó la nación incaica, alrededor del siglo XII.
La mascapaicha, que también era conocida como Llautu o Borla del Inca, consistía en un cordón con un tejido de entre 16 y 32 hilos, cada uno de los cuales tenía el grosor de un dedo. De esta manera, el cordón le daba la vuelta a la cabeza del Inca desde cuatro hasta cinco veces, y quedaba con la apariencia de una guirnalda.
Según se tiene registro, existían hasta tres clases distintas de mascapaicha. Uno de color azul y rojo para el Sapa Inca; otro de color amarillo y rojo para los miembros de la familia real (Panaca); y otro de color negro para los Incas de menor categoría, como los que poseían poder local. Además de estos tres tipos de mascapaicha, las mujeres elegidas, conocidas como Acllas, tejían borlas pequeñas de color rojo y amarillo, denominadas como Paicha. Estas se cosían a una trenza delgada del largo de una braza. Por lo tanto, la mascapaicha y sus variaciones eran propias del Inca y su familia.
La mascapaicha como tal sólo podía ser llevada por el Sapa Inca, quien la recibía en una ceremonia de coronación de manos del Willaq Uma, el máximo sacerdote del Imperio Inca. Dicha coronación tenía lugar después del fallecimiento del Inca anterior, quien legaba su título a su hijo y príncipe heredero, el auqui. Entre las funciones del Inca estaban la dirección militar, política, social y económica del Estado. También nombraban a los gobernantes locales, erigían colonias militares y ordenaban y presidían las grandes construcciones, como las fortalezas, los caminos, los monumentos y las ciudades. Se sabe además que, como descendientes de Inti, organizaban el calendario para saber qué días debían realizarse fiestas y sacrificios.
Dado que en un comienzo la civilización Inca sólo habitaba la ciudad de Cuzco, la mascapaicha representaba el dominio sobre este territorio. Después de que la influencia de esta cultura se extendió por más territorios y por más pueblos, pasó a representar el liderazgo del imperio
Inca
Chacana

Haylli [CC BY 3.0], via Wikimedia Commons
Simbolismo de la chacana
La chacana, también conocida como cruz chakana, es un símbolo de las comunidades indígenas de los Andes, el cual tiene la forma de una cruz superpuesta a un cuadrado de menor tamaño. El término proviene del aimara pusi chakani, que se puede traducir como “la que tiene cuatro puentes” y del concepto quechua chacana, que se puede traducir como “objeto con forma de puente” o “escalera”. Este símbolo es propio de comunidades que vivieron y que todavía sobreviven en Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú; aunque era conocido como tsakana en los pueblos precolombinos de Huánuco, Acnash y Nor Lima.
La chacana se desarrolló hace unos 4000 años, según apunta el arquitecto y etnólogo peruano Carlos Millas Villena, conocido también como Wayra Katari, y actualmente sigue utilizado por las culturas aimara y los descendientes del Imperio Inca. Esta cruz escalonada de doce puntas fue creada, probablemente, para representar la constelación de la Cruz del Sur, el Sol y las escalinatas que tenían las grandes obras de arquitectura inca. De esta manera, la cruz chacana representa la unión entre la tierra y el mundo celestial, entre lo bajo y lo alto, entre lo mundano y lo espiritual, pues la escalera es un símbolo del ascenso hacia el cielo, al igual que las pirámides escalonadas.
Las chacanas se pueden encontrar en el altiplano sudamericano en distintas obras de corte indígena, como esculturas, monumentos, cerámicas, tejidos y petroglifos. Los registros más antiguos de uso corresponden a la cultura Caral, una de las más antiguas de Sudamérica; a la cultura de Seshin Bajo; y a los aimaras de Tihuanaco, Bolivia. En la actualidad, el símbolo sobrevive dentro de las grandes urbes andinas, por lo cual se puede encontrar en el pavimento de la Universidad Pública de El Alto, en Bolivia; en el pavimento de la Plaza de Armas de Iquitos, en el Perú; y en varias partes de la provincia de Jujuy, en la Argentina.
El historiador Garcilaso de la Vega, el Ynga, refiere que una cruz chacanoa hecha en mármol o jaspe rojo y blanco era venerada alrededor del siglo XVI en una casa de la región. No obstante, afirmaba que los incas no la adoraban como representación de alguna deidad o leyenda, sino por su belleza y armonía geométrica
Algunos historiadores, pese a la evidencia arquitectónica y de otra índole que se puede encontrar en los Andes con una antigüedad de hasta 300 y 600 a. C., han afirmado que la chacana es sólo una invención moderna de los estados andinos para promover el turismo, razón por la cual el símbolo se vendería en forma de colgantes, manillas, mochilas y tejidos
La controversia sigue en pie a falta de un relato que sustente el valor simbólico de la chacana. Pese a ello, es de admirar su diseño y su complejidad geométrica, propio de las culturas indígenas, de su cosmovisión y de interpretaciones y significados que no sobrevivieron hasta nuestros días.