Chile
Las lamparitas del bosque
Leyenda de Las lamparitas del bosque
Leyenda mapuche. Un Gran Brujo vivía cerca del cráter de un volcán atormentado por sus maldades. Era jefe de los brujos menores. En los valles le tenían respeto porque se afirmaba que causaba enfermedades y la muerte de sus rebaños de llamas y guanacos. Para evitar que realizara sus travesuras las personas disponían en unos cántaros una especie de chicha, esto le encantaba al Gran Brujo y pasaba el tiempo tomando esta bebida.
Cuando salía en la oscuridad de la noche bajaba de la cumbre montado en una ventolera. Para no olvidar el camino prendía con el fuego del volcán miles de lamparitas rojas. El Gran Brujo hacia esto porque sabía que volvería ebrio de tanto tomar chicha y las lamparitas le ayudarían a guiarse. Pero en ocasiones cambiaba sus planes y se dedicaba a afectar el ganado de las personas.
Se dice que este personaje sentía una extraña sensación positiva al escuchar los niños reír. Esto lo remetía a sus tiempos de niñez en donde no había probado la maldad. Pero, indiscutiblemente su herencia era maldita: su madre era una serpiente y su padre un diablo. En ese momento, la gente oía al Brujo llorar sin consuelo. En el invierno el Brujo no bajaba del volcán porque no tenía manera de marcar el camino de regreso. En una ocasión el verano se atrasó, el Brujo estaba enfadado porque no podía bajar a tomar su bebida favorita. Aullaba en la cima de la montaña, arrojando piedras y cenizas.
Terminado el invierno bajó al pueblo y no encontró la chicha, así que se vengó de los campesinos saboteando con sus dedos las siembras de papas. Cuando las mujeres empezaron a cosechar vieron que todas las papas estaban podridas. Todos sabían que era obra del Brujo, así que propusieron una trampa para darle una paliza. Otros, en tanto, propusieron ponerle alguna hierba a la bebida para que le diera un fuerte dolor estomacal.
Un viejo dijo que debían reunir a todos los animales para luchar en su contra. También invocarían los buenos espíritus de las selvas. Toda la población estuvo de acuerdo. Cada familia habló con su animal protector. Hablaron con el Guanaco, el Puma, los Delfines y el Águila Blanca. Otros hablaron con los espíritus de los árboles. El espíritu del Canelo aconsejó lo más sabio:
El Brujo de la montaña necesita sus lámparas para no perderse en la espesura de la selva; si se las quitamos, no podrá atravesar los bosques y no sabrá encontrar los senderos hacia los valles. Sólo así nos dejará en paz.
Esta solución era la mejor y la más adecuada. Planearon la táctica para arrebatar al Brujo sus lamparitas. Los campesinos juntarían cientos de jarros de chicha para emborracharlo por largo tiempo. Después, el Brujo regresaría a través del bosque tan mareado, que sería muy fácil confundirlo y cada hombre, cada niño y animal escondería las brillantes luces, para sumirlo en la oscuridad para siempre. Ese día el olor a chicha inundaba el valle y llegaba hasta la montaña, esto animó al Brujo que esperaba la noche para tomar en cantidades incontrolables.
Pidió a su amigo, el Cheruve, que le prestara una de sus teas y a cambio él le traería una indiecita para la comida. Bajó entonces el Brujo, encendió lámparas iluminando cada sendero del bosque. Y luego se dirigió hacia los cientos de cántaros que rodeaban las rucas. Poco antes del amanecer, el Brujo inició su regreso, olvidando por cierto la indiecita prometida al Cheruve. A medida que se internaba en el bosque, iban desapareciendo una a una las lamparitas que dejara encendidas.
Aulló furioso, dándose golpes con las ramas. Cada ser hacia lo correspondiente para ocultar las lamparitas del bosque. El Brujo pedía consideración, pero ninguno lo hizo. Nunca más pudo bajar a los valles a hacer daño a los hombres y a las criaturas humildes. Nunca más el Cheruve le prestó una tea de fuego por no haberle llevado una indiecita. Cada año las personas iluminan los senderos y las flores del copihue cuelgan de los ramajes de la selva como campanitas.
Chile
Una fiesta de altura
Leyenda Una fiesta de altura
Este relato cuenta que estaba a punto de celebrarse una fiesta de animales en el cielo. El sapo preparaba sus melodías, mientras tanto se encontró con un buitre, a quien le comentó que lo habían invitado para amenizar la velada. El buitre, celoso, le dijo que también le habían pedido que interviniera en la velada. Al día siguiente, el buitre se limpiaba sus plumas para la fiesta y estuvo templando su guitarra toda la noche. Se encontraron de nuevo y el sapo le dijo que él salía antes hacia el cielo porque caminaba muy lento, pero en un descuido, el sapo se metió en la guitarra del buitre.
Cuando el buitre llegó a la fiesta, los animales le preguntaron por el sapo, a lo que respondió que no creía que le fuera posible llegar pues su salto no alcanzaba el cielo. Le preguntaron por qué no lo había traído, a lo que respondió que no le gustaba cargar piedras. Abandonó la guitarra un momento y el sapo aprovechó para aparecer ante los invitados. En la fiesta se disfrutó de comida, baile y cante. Todos mostraron sus habilidades: el buitre tocaba la guitarra mientras el sapo cantaba desahogadamente. Al final, el sapo aprovechó otro descuido para esconderse en la guitarra.
El buitre notó que su guitarra pesaba demasiado y pudo ver al sapo acurrucado en el fondo del instrumento. Entonces, lanzó al sapo salió por los aires cayendo sobre unas rocas y lastimándose gravemente. Tardó mucho en recuperarse. El golpe había sido tan fuerte que la espalda se le quedó para siempre con manchas negras y llena de protuberancias. Nunca más volvió a cantar con la ligereza que lo hacía en el pasado y hoy su croar es desafinado.
Chile
Juan el Soldado
Juan el Soldado (leyenda chilena)
Una de las leyendas más antiguas y populares de Chile. Su nombre era Juan Diaz. Se dice que en La Serena vivía un joven muy pobre, a quien llamaban Juan Soldado porque se creía que había estado en la guerra. Usualmente alardeaba de su condición de soldado de don Juan de Austria, con quien habría estado en la campaña de Nápoles. Juan Soldado se enamoró de la única hija de un cacique riquísimo; un ser muy ambicioso, y se opuso a este amor por la pobreza de Juan. La hija del cacique y Juan huyen, y le piden al cura de la iglesia de La Serena que los case. Y así fue, la gente del pueblo llegó a la iglesia con gran alboroto, mientras que el cacique, se encontraba junto a sus guerreros aproximándose a la ciudad.
La ira del cacique produce la destrucción de la ciudad. En ciertas noches, y más que todos los días sábados, los que pasan cerca del lugar donde estuvo la iglesia, se oye música y canciones, y el Viernes Santo la ciudad se hace visible a lo lejos, pero se borra poco a poco.
Existe otra versión sobre la historia de este personaje: se dice que era un soldado español que retó a duelo a dos varones de la ciudad de La Serena, pero estos lo rechazaron por la dignidad de su rango. Cierto día fueron hallados muertos los dos vizcaínos ricos. Sólo quedó en el suelo la espada que usó Juan. Como era de esperar se difundió la noticia y comenzaron a buscarlo. Pero, no fue encontrado. Desde ese momento curiosamente comenzó a aparecer una luz todas las noches en un cerro lejano hasta que se extinguió. Cuando decidieron dirigirse al lugar donde provenía la luz encontraron al soldado Juan, muerto y cubierto en un hábito de monje. Por ello, el lugar fue llamado el Cerro de Juan Soldado