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Leyenda

El haninco

El ritual del haninco

Демяненко Юлиана Александровна [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons

La leyenda del hanincol (mitología maya)

Esta historia fue referida por una mujer que quiso infiltrarse en un hanincol, una ceremonia que realizan los mayas con comida de milpa para honrar a sus dioses o desagraviarlos, dependiendo de la ocasión. La ceremonia tenía lugar en San Juan Bautista Sahcabchén, también conocido como Alto Sahcabchén, un pueblo que se encuentra en la cima del cerro de pura roca. La mujer les rogó a los hechiceros que la dejaran entrar, pues sentía mucha curiosidad; pero estos se lo impidieron porque no estaba santiguada (no se había hecho bañar con hierbas y conjuros, como dicta la tradición). Aun así, sabiendo que a la hora de la comida se admitía a muchas más personas, incluidas las mujeres, esta pidió al men (X’men, que se puede traducir del maya como brujo o bruja) que la dejara entrar para comer, pero este le dijo que ya no había tiempo y que volviera después.

Después de esto, la mujer se hizo amiga del maestro de escuela de un pueblo vecino, quien se llamaba Mario Flores Barrera. Gracias a su amistad, se enteró con anticipación de la fecha de la próxima ceremonia en San Juan Bautista Sahcabchén. Sabiéndola, ascendió la colina a lomo de caballo, iluminándose en medio de la noche con la luz de la luna que le llegaba a través de los árboles. Cuando llegó finalmente al amanecer, tocó a la puerta del maestro sacerdotal, quien la saludó y le brindó un desayuno humilde. Después la condujo a la casa del men, quien le preguntó si estaba decidida a que la santiguaran. La mujer lo pensó un momento y finalmente aceptó. Entonces la desnudaron y la fuetearon con ruda y romero. Ya lista, tanto la mujer, como el maestro y el men, salieron de la casa de este último y se sentaron sobre el brocal de un pozo. Aquí, la mujer supo que la ceremonia se iba a hacer para desagraviar a los divinos, pues el encargado de sembrar la milpa de la comunidad tenía un hijo enfermo, clara señal del disgusto de Nohoch-Tat, el Gran Señor.

Luego de la plática, el men condujo a la mujer hasta la hamaca en la que estaba el joven tendido. Sin importar las preguntas que le hacían, el enfermo casi no respondía. De las pocas cosas que dejó saber, era que le preocupaba más el futuro castigo del colono donde trabajaba que su misma salud. El men entonces tomó un bollo de pozolo mohoso, lo diluyó en agua y miel, y le dio de beber esta sustancia. Luego de ello, salieron y recibieron un poco de sacab, una bebida de maíz que realizan las mujeres para los asistentes de la ceremonia. Y, finalmente, marcharon con dirección a la ceremonia. Aquí, la mujer pudo observar unos hombres abriendo una fosa para encender una hoguera dentro y a otros cocinando maíz, semillas de calabaza y frijol para hacer huanes. Esta preparación se extendió hasta las nueve de la noche.

Llegada la hora, el men cogió un par de velas y se reunió junto con los invitados alrededor de la hoguera. Los cocineros luego llegaron con los huanes servidos en tablas de madera. Frente a la hoguera, el men invocó a los cuatro vientos en la lengua maya y luego sufrió toda clase de contorsiones, saltando de un lado a otro y tomando entre sus manos las piedras derretidas por el fuego, dejando sólo unas cuantas en el fondo

. Sobre estas, se pusieron los huanes, que luego fueron recubiertos con las piedras que ya habían sido extraídas. Tras esto, la fosa fue sellada con gajos de roble y tierra, mientras el men se dirigió con los asistentes hasta una mesa que tenía una cruz cristiana y nueve velas: tres pequeñas, tres medianas y tres grandes. El banquete constaba de gallinas, pavos, dulces, flores, rudas, flores y cigarrillos.; y debajo del mesón, había un caldero con cool, el jugo de los pavos y las gallinas.

Ya en la mesa, el men cogió la cruz y con ella espantó a los vientos malos, arrojándoles a los buenos jicaradas de balché y miel. Después, extasiado, tomó el incensario y fue hasta la fosa, que fue descubierta por varios hombres. Entonces sacaron los huanes y todos regresaron a la mesa del banquete, donde el sacerdote finalizó la procesión. De todos los huanes, había uno más grande que todos, que fue puesto en una pequeña mesa aparte. Todavía hirviendo, los otros huanes fueron tomados por los invitados y remojados en el caldo. Así, prepararon el chocó. Ocurrido esto, el men ofreció balché, el cual no podía rechazarse o tirarse según la tradición maya. Después, ofreció un cigarro gigante, del cual debía darse un par de fumadas, y puso a los niños que había de rodillas con las manos entrecruzadas sobre el pecho, dándole en la boca chocó, pedazos de pavo, dulces y cool. Esto se hace porque los infantes representan a los aluxes. Más tarde, el men colocó la jícara y las demás cosas en la hoguera, la cual fue cubierta nuevamente por otros hombres. Después de esto, el men volvió a la mesa y, a partir de ahí, todo se convirtió en fiesta.

Mientras tanto, la mujer había permanecido sobre una hamaca que estaba tendida entre dos árboles próximos a la mesa. Se encontraba bañada en miel, pues el men la había alcanzado a salpicar durante la ceremonia, pero estaba sorprendida de ver todo cuanto había pasado. En una ocasión, el men se acercó a la mujer y le dijo que el enfermo ya estaba curado. Entonces mandó a llamar a un muchacho que estaba comiendo pavo. Y en efecto, ya no tenía calentura ni ningún mal. Terminada la fiesta, la mujer se despidió de todos y se fue para su casa llena de preguntas, pero con la mente mucho más abierta, pues había presenciado el complejo mundo indígena de cerca.

Leyenda

Ríos, cárceles y demonios: la gran variedad de leyendas mexicanas

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Foto: Cultura Colectiva

Leyendas mexicanas

No cabe duda de la riqueza cultural de México, se puede ver reflejada sin ningún problema en las tradiciones y las costumbres, los lugares y las comidas. En todos los aspectos hay un pedacito del país y un punto que no se puede dejar pasar desapercibido es que también las leyendas e historias son abundantes en el territorio tricolor.

Ante la gran variedad de culturas y tradiciones que se juntan en México, para nadie es una sorpresa que las grandes leyendas que se cuentan en las regiones del país tengan infinidad de escenarios: ríos, cárceles, puentes, callejones, los volcanes y su cuento de amor, y hasta casinos.

Contar solamente tres de las leyendas más sonadas del país podría ser injusto ante la gran variedad de historias que se cuentan, pero aquí hay tres de las leyendas más populares.

La llorona

Foto: Espinof

Difícilmente hay algún mexicano que no haya escuchado hablar sobre la llorona y su escalofriante grito. No todos pueden relatar la experiencia paranormal de oírla, pero en esencia todos imaginan la forma en la que suena.

La leyenda cuenta que la Llorona es una mujer que deambula por las calles de la Ciudad de México en busca de los hijos que ella misma asesinó en una noche cuando todavía se recorrían las calles de la Nueva España.

Hay un sinfín de versiones de esta historia, se podría decir que prácticamente en cualquier ciudad por la que cruce un ruido, hay quienes juran haberla escuchado, pero en esencia, la historia es la misma.

Una mujer se enamoró de un caballero y se volvieron amantes, sin embargo, cuando ella pidió formalizar, él se negó debido a que era un hombre de la alta sociedad y no estaría bien visto.

Ciega de la ira, la mujer llevó a sus hijos a la orilla del río que estaba cerca de su casa y los asesinó con un puñal.

A partir de entonces no se supo más de ella, hasta la fecha hay quienes juran haberla escuchado, otros tantos aseguran observar a una bella mujer vestida de blanco, lo único que coincide de las historias es el aterrador grito que emana: ¡Ay, mis hijos!

El casino del diablo

Foto: elfonografo.mx

En la zona norte del país hay una historia que le pone los pelos de punta a cualquiera. El Casino de la Colonia Country Club se encuentra actualmente abandonado y sus ruinas se pueden visitar sin ningún problema, aunque se cuenta que ahí se hacen rituales satánicos. Todo se debe a que en los años 60 hubo un suceso que hizo que el inmueble sea conocido como el Casino del Diablo.

La leyenda cuenta que un 31 de diciembre de 1950 se daría un gran baile en el mencionado casino y todos los jóvenes se entusiasmaban por asistir, especialmente las muchachas que pasaban horas arreglándose para bailar toda la noche con algún chico.

Una jovencita Linda, quien tenía 16 años, se arregló de tal suerte que sería la más bonita en el gran baile, pero se encontró con la negativa de sus padres para dejarla ir al recinto.

El enojo de Linda la hizo tomar la decisión de ir al baile a pesar de la decisión de sus padres, se escapó por la ventana de su cuarto y se fue con sus amigos que ya la esperaban fuera.

Una vez en el baile todos querían estar una pieza con ella, pero ella solo aceptó a un joven de cabello negro y grandes ojos. A la media noche, Lina comenzó a sentir mucho calor, como si la quemara la espalda. Después de bailar con el muchacho comenzó a oler a azufre y en el centro de la pista notaron que el joven que bailaba con Linda tenía una para de gallo y otra de cabra.

El fuego se adueñó del lugar y nadie supo más nada de Linda o el caballero con el que bailó, muchos dicen que de la impresión fue internada, otros dicen que se fue con el diablo. Lo único seguro es que el casino no volvió a abrir sus puertas.

La mulata de Córdoba

Foto: Yahoo Noticias

Por allá del año 1618 en la Villa de Córdoba en la Vera Cruz o Verdadera Cruz, se hablaba de una hermosa mujer cuyo origen nadie conocía, solo se sabía su belleza y que todos se sentían atraídos hacia esa dama que tenía sangre negra y española, una preciosa mulata.

Algunas personas decían que era conocedora de la medicina, que incluso conjuraba tormentas y predecía sucesos naturales, incluso que era capaz de curar las más grandes enfermedades de la época solamente con yerbas.

Mucha gente crédula afirmaba que la mulata tenía un pacto con el mismo demonio y que tenía poderes mágicos, es por ello que la Santa Inquisición la apresó y la envío a San Juan de Ulúa.

Un día en la prisión le solicitó al carcelero un trozo de carbón y cuentan que la mujer dibujó un barco de grandes velas desplegadas al viento. Ante la sorpresa del guardia ella subió a la nave y desapareció.

Del policía solamente quedó un hombre en la locura que fue encontrado al día siguiente con el calabozo vacío y la razón completamente perdida.

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Vera Cruz

La leyenda de la Vera Cruz

Piero della Francesca [Public domain], via Wikimedia Commons

La leyenda de la Vera Cruz

La Vera Cruz, también conocida como Santa Cruz o la Verdadera Cruz, es la cruz de madera en la que fue crucificado Jesús de Nazaret. Esta es considerada por la Iglesia Católica y por la Iglesia Ortodoxa como una de las reliquias más importantes, pues sirve de testimonio de la existencia y de la pasión de Cristo. Según narra la Biblia, Jesús fue crucificado en el Gólgota (Monte del Calvario) junto a dos ladrones: Dimas (el bueno) y Gestas (el malo). Luego de su muerte, fue descolgado y su cuerpo fue entregado a María, María Magdalena, José y Nicodemo. Entretanto, parece que la cruz desmantelada y enterrada en el mismo lugar, donde después se erigiría un Templo a Venus.

Según cuenta la leyenda, Santa Elena, madre del emperador Constantino y famosa por su piedad, peregrinó hacia Tierra Santa en el siglo IV. Este viaje lo hizo con la intención de ir al monte Calvario (Gólgota) y recuperar la cruz de Cristo y los restos de los Reyes Magos. La búsqueda de estos últimos tuvo éxito, por lo cual los envió a la Catedral de Colonia, donde se conservan junto a los restos del Apóstol Matías. En cuanto a la cruz, tuvo que demoler el templo de Venus que se encontraba en el lugar y dedicar todo el esfuerzo de sus hombres a excavar el lugar. Finalmente, la cruz fue encontrada y, por sugerencia del obispo Macario I, mandó a erigir un templo en aquel lugar (la Basílica del Santo Sepulcro) y uno más en el monte de los Olivos. Entretanto, la cruz fue conservada entonces en Jerusalén.

En el año de 451, el concilio de Calcedonia ascendió a Patriarcado a la diócesis de Jerusalén, que fue constituida en el año 30 d. C. De esta manera, luego del cisma de Oriente, el Patriarcado quedó en manos de la Iglesia Ortodoxa Griega. No obstante, en el 614 Jerusalén cayó en las manos de los persas, quienes atacaron la ciudad bajo el mando del persa Cosroes II en 614. Estos gobernaron en Jerusalén hasta 1099, cuando tuvo lugar la Primera Cruzada. El llamado a la guerra fue hecho por el Papa Urbano II, al que acudieron las fuerzas del Sacro Imperio Romano, la República de Génova, el Reino de Inglaterra, Lotaringia, Tarento, el Imperio Bizantino, el Ducado de Apulia, Blois, el Reino de Cilicia, Boulogne, Provenza, Flandes, Normandía, Bearne, Vermandois y Le Puy-en-Velay. Así, se instauró el Reino de Jerusalén, que sobrevivió hasta 1187, cuando fue invadido por los ayubíes al mando de Saladino. Sin embargo, la cruz fue llevada a Europa por los templarios.

Después de estos hechos, no se tienen testimonios verificados sobre el paradero de la Vera Cruz, al menos completa. Por el contrario, se diversificaron supuestos fragmentos y astillas de esta en toda Europa. El mismo Calvino llegó a decir que con toda la madera de esas supuestas cruces se podría construir un barco. No obstante, el historiador Charles Rohault de Felury, luego de estudias todos los registros que se habían hecho en la época medieval de las partes de la Vera Cruz, llegó a la conclusión en 1870 de que, juntas, no sumaban ni la tercera parte de las dimensiones reales de la cruz, que era de tres metros. En la actualidad, diferentes iglesias de todo el mundo afirman tener un fragmento de la Vera Cruz, como la Abadía de Heiligenkreuz (Austria), la Iglesia de San Francisco (Popayán, Colombia) y templos y museos de España, Honduras, Guatemala, México, Costa Rica, Chile, Perú y Nicaragua.

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Cruz de Caravaca

La leyenda de la cruz de Caravaca

From Pixabay

La leyenda de la cruz de Caravaca

La Cruz de Caravaca, según afirma la tradición cristiana, es la cruz en la que fue crucificado Cristo, por lo cual se conserva como una reliquia de la Iglesia Católica. En la actualidad, se conserva dentro de un relicario un fragmento con forma de cruz patriarcal, con un doble juego de brazos horizontales (el inferior de diez centímetros y el superior de siete centímetros) y una sola viga vertical de diecisiete centímetros. Este se encuentra en la Basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz, en la ciudad de Caravaca de la Cruz, en la región de Murcia, España. Por la leyenda que la soporta, esta reliquia es considerada como patrimonio religioso de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca.

Según cuenta la leyenda, Santa Elena, madre del emperador Constantino y famosa por su piedad, peregrinó hacia Tierra Santa en el siglo IV. Este viaje lo hizo con la intención de ir al monte Calvario (Gólgota) y recuperar la cruz de Cristo y los restos de los Reyes Magos. La búsqueda de estos últimos tuvo éxito, por lo cual los envió a la Catedral de Colonia, donde se conservan junto a los restos del Apóstol Matías. En cuanto a la cruz, tuvo que demoler el templo de Venus que se encontraba en el lugar y dedicar todo el esfuerzo de sus hombres a excavar el lugar. Finalmente, la cruz fue encontrada y, por sugerencia del obispo Macario I, mandó a erigir un templo en aquel lugar (la Basílica del Santo Sepulcro) y uno más en el monte de los Olivos. Entretanto, la cruz fue conservada entonces en Jerusalén.

En el año de 451, el concilio de Calcedonia ascendió a Patriarcado a la diócesis de Jerusalén, que fue constituida en el año 30 d. C. De esta manera, luego del cisma de Oriente, el Patriarcado quedó en manos de la Iglesia Ortodoxa Griega. No obstante, en el 614 Jerusalén cayó en las manos de los persas, quienes atacaron la ciudad bajo el mando del persa Cosroes II en 614. Estos gobernaron en Jerusalén hasta 1099, cuando tuvo lugar la Primera Cruzada. El llamado a la guerra fue hecho por el Papa Urbano II, al que acudieron las fuerzas del Sacro Imperio Romano, la República de Génova, el Reino de Inglaterra, Lotaringia, Tarento, el Imperio Bizantino, el Ducado de Apulia, Blois, el Reino de Cilicia, Boulogne, Provenza, Flandes, Normandía, Bearne, Vermandois y Le Puy-en-Velay. Así, se instauró el Reino de Jerusalén, que sobrevivió hasta 1187, cuando fue invadido por los ayubíes al mando de Saladino. Sin embargo, la cruz fue llevada a Europa por los templarios.

De esta forma, la Cruz de Caravaca, hecha con la madera de la Vera Cruz (Lignum crucis, como se conoce a esta madera legendaria), cayó en manos del emir Ibn Hud, que gobernaba sobre Al-Andalus. La leyenda dice que un grupo de prisioneros cristianos llegó a la ciudad de Caravaca

. El emir Ceyt Abuceyt le dijo al sacerdote que iba con ellos que celebrara una misa, pero este no tenía cruz. Sin embargo, luego de decir esto, un par de ángeles le entregaron la Cruz de Caravaca. Once años después, Caravaca fue conquistada por Fernando III y la cruz pasó a su poder, convirtiéndose en el emblema de sus fuerzas y del mundo hispano no islámico. La cruz fue atesorada durante muchos años y protegida de su robo, como ocurrió durante la invasión napoleónica; aunque de todas maneras fue hurtada en 1934. Después de la Guerra Civil, el papa Pío XII la devolvió en 1942 y su culto se extendió por otros países de Europa.

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