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Colombia

El Boraro

Dairo [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons

Leyenda El Boraro 

Narración propia criatura humanoide del folclor colombiano, cuyo desarrollo se da en la zona amazónica. Es un personaje bastante extraño tiene una altura exorbitante, un gran pelaje espeso y muy negro, orejas gigantes, colmillos y un gran pene. Además, tiene los pies hacia atrás. No posee articulaciones en la rodilla. Es visto usualmente en la cuenca del río Vaupés con sus largos aullidos, son tan fuertes que pueden ser oídos desde lo más profundo de la selva.

Cuando atrapa a alguna persona la rodea con sus brazos, estrujándolo, hasta conseguir que la carne de su víctima se transforme en una masa pulposa, pero sin romperle los huesos o desgarrarle la piel. Posteriormente, abre un agujero en la cabeza, succionándole toda la carne, hasta vaciarlo completamente. Después, infla a su víctima como si fuera un globo, permitiéndole volver a su casa. La presa del Boraro, muere a los pocos minutos, algunos logran regresar a sus hogares y otros quedan tendidos en el camino.

Las personas advierten que la manera de escaparse del Boraro es poniendo un puño sobre sus huellas, con lo que se conseguiría que sus piernas quedaran rígidas, ralentizando su marcha. Otra forma, sería correr hacia atrás, siempre mirando de frente al monstruo.

Colombia

Princesa Zulia

Princesa Zulia
Imagen de Rebeca Cruz Galván en Pixabay

Leyenda de Princesa Zulia

Está leyenda proviene de la zona fronteriza con Venezuela. La princesa Zulia era la hija del cacique Cinera, jefe de las tribus en las riberas de Zulasquilla.

En el año 1532, llegaron los exploradores Ambrosio Alfinger y Martín García para someter a los pueblos indígenas. Como respuesta, tribus indígenas de la zona se aliaron para combatir esa terrible amenaza y la princesa Zulia estaba al frente de la insurrección. Tuvieron éxito, pero más adelante en el año 1547, Diego de Montes atacó a los cineras y los derrota fácilmente. Pedro Alonso fue enviado a fundar Salazar de Las Palmas y proteger las minas de oro y en su camino se topa con los caídos indígenas cineras. En un intento de valentía el cacique ataca a los hombres blancos, pero muere inútilmente y todo su ejército es capturado y los enemigos se apoderan de las tierras y sus riquezas.

Zulia asistió a tan desolador evento, vio una gran cantidad de hombres indígenas caídos en combate y prometió vengarse. Zulia regresa con las tribus indígenas entre ellos los Guares y los Cúcuta. Zulia reunió una cantidad de 2000 hombres. Uno de los jefes que atendió el llamado de la princesa fue Guaymaral, hijo adoptivo del cacique Cúcuta. Planearon un ataque por norte y sur. El grupo del sur estaba al mando de Zulia y el del norte al mando de Guaymaral. La guerra y la tensión no fue impedimento para que ambos construyeran un épico amor.

Diego de Montes no pensaba que una venganza estaba a punto de llegar. Murió en manos de los indígenas, y luego aprovecharon para acabar con el asentamiento. Guaymaral se hizo cargo del cuidado y explotación de las tierras. Este lugar fue renombrado campamento de Zulia. Luego, las tribus deciden abandonar el campamento para ir a Pamplona. Pero, en el camino fue interceptada por los conquistadores Pedro de Ursúa y Ortún Velázquez de Velasco. La princesa decide pelear antes de ser esclava y muere valerosamente. En su honor, Guaymaral, bautizó muchos ríos, pueblos y regiones.

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Colombia

Luis Antonio Chivas

Johana Bohorquez [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Leyenda de Luis Antonio Chivas

Personaje histórico del patrimonio cultural bogotano. Fue conocido popularmente como el Loco Chivas. Natural de Quibdó, Chocó, Colombia. Llegó a la capital en la década de los cuarenta con la ayuda de sus padres para estudiar derecho en la Universidad Libre, vivía en una habitación en el centro de Bogotá y solo contaba con 4 vestidos de paño para asistir a sus clases. Mientras estuvo en Bogotá atravesando una grave situación, llegó la trágica noticia de la muerte de sus padres y luego que su prometida se había escapado con un chófer de piel blanca a quien apodaban “as de oros”.

Se retiró de la universidad, empeño sus vestidos y libros y desde ese momento, empezó a deambular por las calles del centro de Bogotá y a vivir de la limosna que todos los días las personas que transitaban por la plaza de bolívar le dejaban en un vaso puesto a sus pies, usualmente en el suelo nombraba a “as de oros”. Con el paso del tiempo su piel se empezó a quemar por el sol, su globo ocular se le tornó de color rojo y sus pupilas se empezaron a hinchar; solo le quedaba un pantalón, unos zapatos viejos, una gorra visera y una gabardina, regalada por el político de turno Diego Luis Córdoba.

Luego, construyó una amistad con una mujer en su misma situación conocida como “la loca margarita” y con quien se encontraba todos los días en horas de la tarde, hasta la muerte de margarita, en la misma esquina de la Biblioteca Luis Ángel Arango; visitaban los cafés y bares del sector para discutir de política con varias personas que se acercaban a ellos.

Homeajes

El periodista bogotano, Manuel González Guzmán ha llevado a cabo un proyecto de investigación desde el 2007 llamado «Locotá – Años 40» que enmarca “locos itinerantes”. En el 2015 fue homenajeado en un espacio llamado «Café de los Locos», ubicado en el edificio del antiguo Hotel Continental.

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Colombia

Leyenda de El Dorado

Pedro Szekely from Los Angeles, USA [CC BY-SA 2.0], via Wikimedia Commons

Leyenda de El Dorado

Esta historia se da al oriente de la sabana de Bogotá, en Guatavita. Esto se dio antes de la llegada de los conquistadores; los habitantes de la región de Guatavita adoraban a una princesa que, en las noches de luna llena, salía del fondo de la laguna y se paseaba sobre las aguas en medio de la espesa neblina. Un cacique guatavita estaba casado con una bella mujer de su tribu, la pareja tuvo una hermosa niña. Toda la comunidad apreciaba a esta familia real.

Tiempo después, la unión empezó a resquebrajarse por las constantes fallas del cacique y sus repetidas ausencias. La princesa se enamoró de uno de los más nobles y apuestos guerreros de la tribu, quien le correspondía. Una noche aprovechando que el rey estaba en una gran celebración se reunieron en la clandestinidad y consumaron su amor. Una noche una anciana informó al rey de lo que su esposa estaba haciendo.

Al día siguiente, el cacique organizó un gran festín en honor a su esposa. A la princesa le fue servido un sabroso corazón de venado. Apenas ella acabó de comerse el delicado plato, el pueblo estalló en una horrible carcajada. Su amante había sido asesinado, y le habían dado de comer su corazón. Desesperada y confundida tomó a su hija y partió hacía la laguna de Guatavita. Al llegar casi a la medianoche, se detuvo un momento en la orilla para contemplar la laguna, de la que se levantaba una espesa neblina; luego miró amorosamente a la niña y se lanzó con ella a las aguas.

Al enterarse de la noticia, el cacique corrió angustiado hacía la laguna y llamó a su mujer varias veces, sin obtener respuesta. Ordenó a sus mohanes que la buscaran. Ellos hicieron conjuros y ritos a orillas de la laguna, y uno de ellos descendió a las profundidades, para averiguar qué había sido de la princesa y de su hija. Al rato, regresó con el cadáver de la niña y contó que la princesa estaba viva y feliz en el reino de las aguas. A partir de esa noche, cuando hay luna menguante aparece la princesa en medio de la espesa neblina, para escuchar los ruegos de su pueblo. Además, la laguna se convirtió en un lugar sagrado.

Pero, el cacique debía ordenar a su pueblo ofrecer todo el oro para asegurar la salvación de su esposa y también ella cumpliría todas las necesidades de su pueblo. Varias veces al año, los indios lanzaban al agua las ofrendas, siempre de espaldas, mientras el cacique se desnudaba y cubría su cuerpo de un pegamento natural. Se rociaba con oro en polvo, luego subía a una balsa y llegaba al medio de la laguna donde se entregaba a lamentos y oraciones. Después se bañaba para dejar el oro en polvo que cubría su cuerpo.

Expediciones desde el Nuevo Mundo para hallar la Laguna de Guatavita

En el Nuevo Mundo corría el rumor de la existencia de una laguna que en su interior tenia cantidades impresionantes de oro. Y así fue como comenzó la leyenda del Dorado, nunca se supo ubicar exactamente la laguna, muchos conquistadores perdieron la vida en el intento de encontrar este legendario tesoro. Por ejemplo, Jiménez de Quesada llegó al territorio muisca en búsqueda de ese Dorado. Pero, no tuvo éxito. En 1550, cuenta el cronista Cieza de León, el Rey dio la orden de drenar el lago. En 1562, Antonio de Sepúlveda obtuvo licencia para hacerlo y logró extraer una importante cantidad de oro. Luego, en 1625, un grupo de españoles trató de hacerlo nuevamente, sin mayor resultado.

Pasaron varias décadas y las ansias por extraer todas las riquezas auríferas eran las mismas. Cantidad de exploradores españoles murieron en el intento. Después de la Independencia, José Ignacio París y algunos extranjeros se unieron en el propósito de desaguar la laguna, pero su intento se transformó en un desastre que terminó afectando la vida de muchos trabajadores. Finalmente, muchos optaron por sacar provecho de la laguna Siecha, en la cual finalmente se encontraron algunos objetos de oro.

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