El colibrí, también conocido como picaflor o pájaro-mosca, es un género de aves que pertenecen a la subfamilia Trochilinae. Estas sólo se viven en Latinoamérica, por lo cual su simbolismo está arraigado a las mitologías indígenas prehispánicas. Los aztecas veían en estas aves a las almas de los guerreros caídos en combate, las cuales salían para acompañar al sol y luego descendían a la tierra en forma de colibríes, murciélagos o mariposas. Por lo tanto, era una manifestación del inframundo, la muerte y el Sol. Para los indios hopi del estado de Arizona, cuya lengua guarda relación con el náhuatl, el colibrí es el héroe que salvó a la humanidad de la inanición. Por ello se le adoraba como al dios del crecimiento y la germinación.
En la mitología maya, el colibrí era conocido como Xdzunuúm. Según cuenta la leyenda, una vez esta ave se encontraba llorando porque su boda estaba próxima a ser celebrada y no tenía nada preparado. Con el poco tiempo que tenía, apenas si pudo construir un nido pobre. Entonces lloró sin que ningún ave la escuchara, pues es muy pequeña. Sin embargo, el Xkokolché sí la escuchó y le preguntó qué le pasaba. Luego de que el colibrí le contara cuál era su pena, su amigo decidió ayudarla. Entonces consiguió que todos los animales de la selva le trajeran algo para la boda. Así la colibrí pudo casarse finalmente. Por lo tanto, el colibrí es un símbolo del amor, de la amistad, la colaboración, la unión matrimonial y la amabilidad.
Otro mito maya narra la creación del colibrí de la siguiente manera. Una vez que los dioses crearon el mundo, los animales, los árboles y todas las cosas, se dieron cuenta de que no tenía un sistema para hacer llegar sus mensajes más allá de su propia voz. Entonces uno de ellos tomó su arco y elaboró una flecha con una piedra de ja de. Después la sopló y la flecha salió volando, pues había adquirido la vida. Así nació Xdzunuúm,
En la Patagonia argentina, se conoce un mito distinto sobre la creación de los colibríes. Cuenta la leyenda que cerca del lago Paimún vivían dos hermosas hermanas: Paineflu y Painemilla. De esta última se enamoró el gran Inca, quien la mandó a traer a su palacio. Painemilla estuvo embarazada al poco tiempo, pero su hermana estaba muy celosa por la vida que tenía. Así que el día del parto reemplazó a los bebés con dos perritos. El Inca, muy decepcionado, expulsó a Painemilla junto con los cachorros, los cuales se escondieron en lo profundo de una cueva. Mientras tanto, los verdaderos hijos fueron a parar a la casa de un campesino cercano.
Tiempo después, el gran Inca se encontraba paseado cerca de su palacio cuando descubrió dos jóvenes jugando a la orilla del río. Este se acercó a ellos pensando en los hijos que nunca había podido tener, y entonces descubrió en uno de ellos un hilo de oro que le había regalado tiempo atrás a Painemilla
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