Jacinto. El más joven de los hijos de Amiclas, rey de Laconia. Apolo sintió por él una profunda atracción; incluso llegó a pensar en elevarle al Olimpo solo para darle la vida eterna. Apolo dejaba con frecuencia Delfos para estar con Jacinto, en las orillas del Eurotas y la ciudad de Esparta. Entregado a alegres juegos y practicaban la caza por las abruptas alturas del Taigeto. Un día, hicieron lanzamiento de disco. El joven quería imitar la fuerza y la maestría de Apolo, pero sufrió un accidente: se precipitó a recoger el disco antes de que terminara su caída y este golpeó su rostro con mucha fuerza. Apolo aplicó hierbas salutíferas para retener su alma, pero todo en vano. Apolo exclamó:
No. dulce niño, no morirás del todo, mi música te cantará y, convertido en flor, pregonarás mi dolor a los vientos.
Entonces, del torrente de sangre que teñía de rojo la hierba, brotó una flor de sombrío brillo como la púrpura de Tiro; de un tallo salieron numerosas flores en forma de lirio. Posteriormente, en Laconia se celebraba todos los años, a la entrada del verano, un gran festival en honor de Jacinto y el dios Apolo, las Jacintias, en el cual se rememoraba melancólicamente la prematura muerte del muchacho.
Existe otra versión de la muerte de Jacinto, que indica que Jacinto estaba viendo unos juegos atléticos un disco lanzado accidentalmente por Céfiro le causó la muerte. Como castigo, Apolo transformó a Céfiro en un viento, mientras que a su amado Jacinto lo transformaba en una flor.
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