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Los aluxes

La leyenda de los aluxes (mitología maya)

Según cuentan los antiguos mayas, un grupo de campesinos se encontraba frente a una tierra fértil sembrando distintos alimentos para cosecharlos después. Amontonaron la tierra en varios montículos frente a las ruines de unas edificaciones ignoradas. Era de noche y no se escuchaba nada más que el canto del viento entre los árboles y la hierba. Como ya no podían ver qué estaban haciendo, los hombres decidieron bajar hasta una caverna con la ayuda de una soga y un palo de madera. Dentro, se repartieron las provisiones que tenían y se prepararon para avistar los seres fantásticos de los cuales hablaban tantas personas que habían visitado estas mismas ruinas: los aluxes.

Entre los campesinos había uno mayor que se llamaba May. Este se levantó ante todos y dijo que tal vez la milpa que había sembrado podría prosperar

. Cuando los demás le preguntaron por qué creía eso, el anciano preguntó que lo creía porque esos eran los territorios de los aluxes. Estaba convencido de aquella noche vendrían. Para tratar de darles una idea a los demás de su apariencia y costumbres, comenzó a explicarles cómo eran y cómo actuaban:

—Estos seres fantásticos acostumbran a salir de sus escondrijos cuando las personas están durmiendo. Son de baja estatura, casi como niños pequeños, y suelen hacer todo tipo de maldades, robándose el fuego de los que acampan o lanzándoles piedras a las personas que los alcanzan a ver. Cuando los hombres se despiertan, los aluxes huyen en bandadas o por pares hacia sus escondites; pero cuando el fuego de las hogueras sigue encendido, a veces, en lugar de apagarlo, bailan alrededor de él formando un círculo. No son malos, sólo traviesos, y con cualquier ruido se les puede espantar.

Entonces uno de los campesinos que lo acompañaba, que era más joven, le pregunto acerca de cuáles eran los beneficios de estos seres si, con sus travesuras, pareciera que sólo traían molestias a las personas.

—Ah, son buenos para alejar los malotes vientos y las tormentas, y les gusta perseguir las plagas que atacan los cultivos. Sin embargo, si se les maltrata u ofende, estos pueden hacer la milpa no dé frutos, pues se roban las semillas que esta esparce durante el día o acostumbran a bailar sobre las plantas que quieren salir de la tierra para impedir que lo hagan. Por esta razón, se le tienen que dar cigarrillos y comida, para que actúen bien con nosotros. Pero mejor hagamos silencio porque puede que estén cerca.

Entonces el anciano se levantó para avivar el fuego y colocó un pozole de cigarros y una jícara de miel frente a la hoguera. Después volvió a la cueva, donde se acomodó para dormir como los demás bajo la hermosa noche que los arropaba. Tras varias horas de sueños fantásticos, uno de los campesinos se despertó al escuchar un pequeño ruido. Al interrogar el paisaje para descubrir de que se trataba, sólo pudo escuchar el rumor de unos pasos que se alejaban en la distancia. Eran los aluxes.

Daniel Collazos

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