Simbolismo de la paloma

La paloma es un ave de la familia Columbidae que se puede encontrar en la mayor parte del globo terráqueo. A diferencia de otros pájaros, esta se puede encontrar con frecuencia en las grandes concentraciones urbanas y a lo largo de la historia ha coexistido con el ser humano donde este erigió asentamientos, por lo que tiene un gran significado cultural y simbólico. Tal vez su lectura más popular es la del Espíritu Santo, el cual conforma la Santa Trinidad cristiana. Por ello, la paloma blanca es un símbolo de la sencillez y la pureza, según rezan los evangelios. Además, la paloma es el ave que lleva en su pico la rama de olivo después del diluvio, como un símbolo de la armonía y la paz entre Dios y Noé, y, por tanto, entre el cielo y la tierra.

Como símbolo de la armonía también se puede encontrar en la antigua Grecia, según señala Devoucoux. Este era relacionada con el número ocho y se tenía por presagio de eventos futuros favorables. Además, era una profeta del bosque de Dodona y un animal consagrado a Afrodita (Venus), diosa griega del amor. Dicha asociación se debe al color blanco de las palomas, que representa la pureza del amor, la unión desinteresada. Por eso en muchas películas y series se incluyen palomas en las escenas donde hay matrimonios. Además de esto, las palomas mensajeras eran usadas por los amantes para enviarse cartas. También estaba asociada con la gran Diosa Telúrica, mientras que el toro representaba al Dios uránico supremo.

La paloma, para el mundo medieval, era símbolo del alma, principalmente del alma del justo. Esto se puede evidenciar en el relato de san Policarpo, de cuya boca salió una paloma luego de que muriera martirizado. De igual forma, Prudencio refiere que una paloma blanca surcó el cielo cuando murió la mártir Eulalia. Lo mismo ocurrió con la santa Escolástica y el mártir Justa. Dicha asociación nace de las relaciones ya presentadas entre las narraciones bíblicas y esta ave, además de que, como la mayoría de los pájaros, es capaz de volar. Por tanto, remite a la idea del ascenso, del cielo, de lo divino. Por ello, en el Cantar de los Cantares

se elogia a una mujer diciéndole que tiene ojos de mansa paloma, pues su vista está puesta en Dios y en el camino que le ha trazado.