Simbolismo de la heráldica

La heráldica es la disciplina que se encarga de estudiar los blasones, los escudos de armas. Al igual que la vexilología (estudio de las banderas), la falerística (estudio de las condecoraciones), la diplomática (estudio de los documentos) y la sigilografía (estudio de los sellos), es una de las ramas anexas a la historia. Los primeros escudos de armas fueron elaborados durante la Edad Media, convirtiéndose progresivamente en el código por el cual se podía reconocer las familias, dinastías y personas de mayor jerarquía social. Poco después, este sistema fue adoptado para la identificación de asociaciones, gremios, villas y ciudades. Si bien algunos estudiosos han publicado escritos donde tratan de darle un significado universal a cada uno de los elementos de un blasón, lo cierto es que estos pueden ser interpretados por cada persona que los ve.

Las armerías, blasones o escudos de armas están compuestos por la conjunción de cuatro elementos, de cuatro repertorios paradigmáticos: campo, que se refiere al área del escudo y que usualmente no tiene un significado distintivo

; particiones del campo, que se refiere a todas formas que dividen el escudo en pequeños espacios, como pueden ser cuadrados o líneas verticales, horizontales o diagonales; señales o muebles, que son todos aquellos objetos o signos que se introducen en cada partición; y esmaltes, que hace referencia a los colores de las distintas partes del escudo. Además de todo lo anterior, a partir del siglo XIV se comenzaron a utilizar figuras que iban por fuera del campo, del escudo, situándose arriba, como yelmos y coronas; abajo, como emblemas; a los lados funcionando como sostenes, como columnas o animales; alrededor, como cordones, cintas o collares; o marcos, como pabellones y mantos.

Algunas de las figuras más utilizadas en los blasones son construcciones como los castillos las torres, los monasterios o las columnas; objetos como el bastón, la llave, el orbe o el barco; armas como la pica, la espada o la flecha; animales como el pez, el caballo, el león o el águila; o animales fantásticos como el dragón, el unicornio o el grifo

. En cuanto a los esmaltes empleados, estos se categorizan en colores principales, como el azur, el gules y el sinople; colores neutros, como el sable y el púrpura; colores de los metales principales, como el oro y la plata; colores infrecuentes como el aurora, el cenizo, el morado, el leonado y el sanguíneo; colores de metales menos valiosos, como el plomo, el bronco, el hierro y el cobre; y los forros, como el vero o el armiño. Según rezaba la tradición, no se podían superponer dos esmaltes o dos metales, pues no se lograría el contraste adecuado.

En la época feudal, el blasón estaba estrechamente relacionado con la figura del heraldo o escudero. Este cargo era desempeñado por una persona completamente desarmada, cuya función era la de realizar actividades diplomáticas. De esta forma, los heraldos eran los encargados de llevar las declaraciones de guerra, las advertencias y los mensajes de un reino a otro. Para ser identificados, llevaban una larga túnica que los caracterizaba, la cual estaba diseñada con los elementos del escudo de armas de su señor. Debido a que estos sólo llevaban mensajes y no armas, gozaban de completa impunidad ante sus enemigos.