Un glifo es un signo que se graba o se imprime sobre una superficie con tinta o pintura. De esta manera, se pueden realizar varias copias del mismo si se tiene un molde para hacerlo. En cuanto a su historia, se sabe que los glifos han sido utilizados desde la antigüedad para realizar escritos y documentos. Ejemplo de ello son los glifos de la escritura maya y los jeroglíficos del antiguo Egipto. En los dos casos antes descritos, se habla de petroglifos, pues son glifos impresos sobre la piedra (petro). Dentro de la tipografía, los glifos son todas aquellas representaciones gráficas de un carácter o de un signo lingüístico, pudiendo este ser más de un carácter. Como, por ejemplo, la ligadura fi, que puede ser impresa con un solo glifo y no con dos para cada letra. Además de los signos propios de los alfabetos, también se usan glifos con otro tipo de signos o símbolos, como los signos astrológicos o los símbolos de lo femenino y lo masculino.
Por su parte, los jeroglíficos son el sistema de escritura desarrollado por los antiguos egipcios, compuesto por varias imágenes que significan un concepto o vocablo específico. El término proviene de la palabra hieroglífico
En un comienzo, el sistema constaba de 700 jeroglíficos, aunque después su cantidad aumentó dramáticamente hasta superar los 6900. Debido a lo poco práctico que se había vuelto, el emperador Justiniano prohibió que se siguieran utilizando. Así desaparecieron los jeroglíficos alrededor del siglo V d. C. Varios siglos después, cuando los europeos volvieron su mirada hacia Egipto y se interesaron por los monumentos que esta civilización había construido, descubrieron que la mayoría de estos contenía jeroglíficos, pero ya nadie supo cómo descifrarlos. Así, estos fueron estudiados en vano durante mucho tiempo, hasta que finalmente Pierre-Fraçois Bouchard descubrió la Piedra de Rosetta. Esta contenía un decreto del faraón Ptolomeo V en tres idiomas distintos: griego, demótico y jeroglífico. Gracias a este hallazgo, los jeroglíficos pudieron ser descifrados y su estudio fue mucho más productivo.
Al igual que los jeroglíficos, la escritura maya fue un misterio para los estudiosos de las culturas mesoamericanas durante varios siglos. Esta consistía en varios glifos, los cuales se pensaron en un comienzo que funcionaban como logogramas. Esta escritura fue utilizada por casi 2000 años, desde el siglo III a. C. hasta la conquista de los españoles en el siglo XVI. Debido a que se creía que cada glifo funcionaba como un pictograma, la investigación sobre esta escritura estuvo paralizada durante algunos años. Hasta que, finalmente, el soviético Yuri Knorosov logró descifrar este lenguaje, ayudando a sus sucesores a comprender mejor los textos que habían sobrevivido hasta nuestra época.
Según se cuenta, este servía como observador de artillería para el ejército rojo durante la Segunda Guerra Mundial
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