El perro es un símbolo que puede encontrarse en diversas culturas, como Cerbero, Anubis, Garm, Xolotl, T’ien K’uan, etc. En la mayoría de estas, funciona como un guía del ser humano en los caminos más difíciles, como puede ser el inframundo. Por esta razón, era costumbre en las culturas mesoamericanas que enterraran al perro, el xolotl, junto a su amo o que se sacrificara sobre la tumba del finado, para que lo acompañara en el más allá. También se le tiene por guardián, tanto de lugares, como es el caso de Cerbero, guardián de las puertas del Hades, como de objetos mágicos y especiales. De igual forma, se le tiene por un símbolo del compañerismo, la fidelidad y la lealtad, acompañando a su dueño a pesar de las dificultades.
En la antigua Persia y Bactriana, las personas les arrojaban a los perros a los más débiles: enfermos y viejos. También les lanzaban cadáveres frescos. Por su parte, en Bombay solían poner a los moribundos frente a un perro, de tal forma que los dos se miraran a los ojos hasta que llegaba el momento fatal. Esto se debía a que se pensaba que era un animal que comunicaba el mundo terrenal con el mundo del más allá. Mientras que los bantú del Kasai, en África, asociaban al perro con la brujería. De tal manera que, si alguien soñaba con un perro, significaba que estaba siendo víctima de un embrujo. En Siberia, los chamanes usaban trajes hechos de piel de perro, pues creían que esta les daba poderes adivinatorios. Un significado similar le otorgaban los griegos y los romanos, quienes veían en el perro a un ser con poderes medicinales. En otras culturas, dada la domesticación del perro, se le tiene, en contraposición al lobo, como símbolo de la civilización y el conocimiento. Por esta razón también tiene papel en algunos mitos como el ladrón del fuego. Para los bambara, el perro simbolizaba el pene y el deseo sexual.
Mientras tanto, en oriente el símbolo del perro es ambivalente: por un lado, es benéfico en tanto que acompaña al hombre y lo protege de las otras bestias de la naturaleza; por el otro, es maléfico porque guarda dentro de sí la esencia del lobo y del chacal. Por este mismo camino, los musulmanes diferenciaban al perro ordinario del lebrel. El primero no tendría significados más allá de la mundanidad y lo oprobioso, mientras que el segundo representaba el buen comportamiento y los buenos valores por su manera elegante de andar. En Japón, el perro es mayoritariamente bueno, pues se le aprecia como cuidador de los niños y como un animal que puede facilitarle la vida a las mujeres embarazadas. En China, se creía que el perro era divino en tanto estaba en constante pugna con el búho demoniaco. De tal forma que sus ladridos se tenían por aviso de eventos desafortunados y de la inminencia de la guerra.
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