Dentro de la mitología griega, el vellocino de oro era el cuero de Crisómalo, carnero con alas que poseía el don del habla y la lana de oro, hija de Teófane y Poseidón. Según se cuenta, Atamante, rey de Orcómeno, había tenido dos hijos con la diosa nube Néfele. Estos eran Hele y Frixo. No obstante, Atamante luego se enamoró de Ino y se casó con ella. Esta, celosa de sus hijastros, planeó asesinarlos. Así que convenció a su esposo de que la única forma de acabar con la hambruna del reino era sacrificando a Frixo. Por suerte, los niños fueron salvados por Crisómalo, quien los llevó sobre su lomo hasta Asia. Sin embargo, cuando pasaban sobre el mar, Hele se cayó del carnero y murió ahogado. Por esta razón, dicho territorio se conoce como el estrecho de Helesponto. Por su parte, Frixo logró llegar hasta la Cólquida, una playa del mar Euxino donde reinaba Eetes. Este lo acogió con gran hospitalidad y le ofreció en matrimonio a su hija Calcíope. Agradecido por su acogida, Frixo sacrificó a Crisómalo y le ofreció su piel al rey. Este consagró el vellocino a Ares y lo colgó en la encina de un bosque, donde iba a estar protegido por los toros que pastaban ahí y por un feroz dragón. Al ver esto, Zeus ascendió a Crisómalo hasta los cielos nocturnos, convirtiéndolo en la constelación de Aries.
Luego de esto, llegó a la Cólquida Jasón, uno de los Argonautas, hijo de Esón y Alcimede. Este había venido desde el extranjero con el propósito de tomar el vellocino de oro, pues Pelias, su tío, lo había enviado a recuperarlo para que pudiera tomar su trono en Yolco. El rey de la Cólquida, Eetes, le afirmó que lo dejaría quedárselo sólo si lograba unir a los dos toros que lo custodiaban y los usaba para arar un campo, donde, además, tenía que sembrar unos dientes entregados por Atenea. Por último, tendría que vencer también al dragón que vigilaba el árbol en el que estaba el vellocino. Mientras recibía esta orden, la hija del rey, Medea, se enamoró de él. Así que esta lo ayudó en su misión con sus hechizos. Para dominar a los toros, le dio a Jasón una pócima con la que se hizo invulnerable. Así pudo capturarlos, arar el campo y sembrar los dientes. No obstante, de estos emergieron unos guerreros conocidos como Espartos, quienes se abalanzaron sobre el argonauta. Jasón les lanzó una roca, tal y como había dicho Medea, y consiguió que lucharan entre ellos.
Tras esto, los argonautas huyeron con el vellocino, con Medea y con Apsirto. Pero el rey Eetes los persiguió con sus propias naves. Medea entonces desmembró a su hermano y lo tiró a las aguas. Así, los argonautas pudieron perder a Eetes y sus hombres mientras estos recogían los pedazos de Apsirto. Luego de ello, Jasón y los argonautas llegaron a Yolco tras sortear múltiples dificultades, como la persecución de los colcos, las tormenas, le asedio de las Sirenas y los ataques de Caribdis, Escila y Talos. El héroe entonces le entregó el vellocino de oro a Pelias y luego tramó su muerte con la ayuda de Medea. Esta logró convencer a las hijas de Pelias que podían hacerlo joven nuevamente si lo descuartizaban y lo cocinaban. Y así lo hicieron estas, asesinando a su propio padre. No obstante, Jasón y Medea serían expulsados de Yolco por Acasto, el hijo de Pelias.
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