Dentro de la mitología de distintas culturas mesoamericanas, como la tolteca, la maya, la olmeca, la azteca, la mexica y la teotihuacana, Quetzalcóatl es el principal dios del panteón. Se destaca por ser el dios de la sabiduría, el conocimiento, la vida, la luz y la fertilidad, siendo además patrón de los vientos y el día. Dada que su presencia se extiende por distintos cultos, sus atribuciones varían de un lado al otro, aunque no ocurre lo mismo con su importancia. El nombre de Quetzalcóatl puede traducirse como “serpiente emplumada”, pues está conformado por los vocablos náhuatl quetzal, que traduce “pluma” y cōātl, que traduce “serpiente”.
En la mitología mexica, Quetzalcóatl es hijo de los dioses del origen, Tonacatecutli y Cihuaoatl, teniendo por hermanos a Xipe-Tótec, Huitzilopochtli y Tezcatlipoca. Su manifestación es la del Tezcatlipoca Blanco, la manifestación antropomorfa de la serpiente emplumada. Si bien no se pueden encontrar esculturas de este dios como ser humano, sí se pueden encontrar representaciones en el Códice Borbónico, el Códice Borgia, el Códice Telleriano-Remensis y el Códice Xólotl. Además, varios templos se pueden encontrar templos dedicados a Quetzalcóatl en Tenochtitlan, Teotihuacan y Xochicalco, entre otros lugares de México y Centroamérica.
Las representaciones más antiguas que se tienen de la serpiente emplumada fueron hechas por la cultura olmeca entre los siglos XV y V a. C. Un ejemplo de estas se puede encontrar en el Monumento 19 de la zona arqueológica de La Venta, donde se ve la serpiente dibujada como relieve sobre un muro
Según indican los sabios y los estudios etnológicos, la naturaleza doble de Quetzalcóatl simboliza lo terrenal, en tanto serpiente, y lo espiritual y divino, en tanto está emplumada. Es por esta razón que se utilizaba el título de “Quetzalcóatl” a los sacerdotes supremos dentro de la religión tolteca, pues eran los mediadores entre los dioses y los seres humanos. Además, se conocen con el nombre de Quetzalcóatl a Ce Ácatl Topiltzin, antiguo gobernante de la ciudad de Tula, el cual vivió entre el año 895 y el 947, según reza el Memorial Breve de Culhuacán. Este rey se caracterizó por llevar un gobierno lleno de paz, sabiduría y desarrollo de las artes. No obstante, dado que decidió reemplazar los sacrificios humanos con liberación de mariposas y aves, fue presionado para dejar su cargo y tuvo que exiliarse en el este de México, desde donde prometió que volvería algún día. Así, llegó a las playas de Veracruz y desapareció cuando tenía 52 años.
Además de todas sus funciones, los aztecas le atribuían el descubrimiento del maíz. Anteriormente, estos sólo se alimentaban de la carne de los animales que cazaban y de los frutos y raíces que encontraban por ahí. De tal manera que no conocía el maíz, un alimento muy nutritivo que se encontraba oculto detrás de las montañas. Luego de que fueron requeridos por los aztecas, los antiguos dioses emplearon todas sus fuerzas para mover las montañas y separarlas con el fin de alcanzar el dichoso cereal, pero no lo consiguieron. Luego de que Quetzalcóatl, dios de la serpiente emplumada, llegara a la ciudad de los aztecas, estos le pidieron que obtuviera el maíz por ellos. Él aceptó, gustoso de demostrar su inteligencia y habilidad.
Quetzalcóatl, a diferencia de los otros dioses, no se esforzó en mover las montañas con fuerza bruta, sino que hizo uso de su gran astucia. Se convirtió a sí mismo en una hormiga negra y, siendo acompañado por una hormiga roja, se adentró en la espesa montaña. Durante el camino tuvo que sortear todo tipo de dificultades, pero pudo superarlas al recordar que todo lo hacía por su pueblo y la necesidad que tenían de obtener el maíz. Así, pese a los problemas y al cansancio, Quetzalcóatl finalmente llegó al lugar donde estaba el maíz. Siendo todavía una hormiga, tomó con su mandíbula un grano de una mazorca y emprendió el viaje de regreso. Luego de sortear las mismas dificultades que había tenido a la ida, pero superándolas todas con astucia y convicción, el dios llegó hasta los aztecas con lo que les había prometido.
Después de agradecerle debidamente por su esfuerzo, los aztecas tomaron el grano de maíz y lo sembraron en la tierra. Regándolo a lo largo de varios días, la planta creció y les otorgó por fin lo que tanto había esperado, el ansiado maíz. Luego de esto, pudieron cosechar este alimento en distintas partes de su territorio, con lo cual incrementaron su riqueza y aumentaron su propia fuerza. Gracias a esto, pudieron construir ciudades, templos, palacios y demás construcciones y obras de ingeniería. Como el maíz les había traído la prosperidad y la felicidad, los aztecas siempre estuvieron agradecidos con Quetzalcóatl, su amigo entre los dioses y aquel que le había traído el maíz.
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