Dentro de la mitología griega, Minos fue un rey semilegendario de Creta hijo de Licasto e Idea, aunque todavía no se sabe a ciencia cierta si “Minos” era sinónimo de rey o si se tratab de un personaje específico. De ser cierto el último caso, este habría reinado durante varias generaciones, lo que hace más probable la primera hipótesis. Igualmente, hay varios reyes con ese mismo nombre en la ciudad Creta, aunque el hijo de Licasto es el más emblemático. Este era esposo de Pasífae y tuvo con ella a Androgeo, Catreo, Ariadna, Deucalión, Fedra y Glauco; con Dexitea a Euxantio; y con una ninfa a Nefalión, Filolao, Eurimedonte y Crises. Aun así, Pasífae, siendo sabedora de pociones y hierbas mágicas, le lanzó una maldición a Minos para que eyaculara serpientes, ciempiés y escorpiones cada que se acostara con una mujer que no fuera ella. Pero a pesar de esto, Procris logró acostarse con él luego de cubrirse con una hierba protectora. Muchos autores ven esta maldición el relato de una enfermedad de transmisión sexual.
Una vez, Poseidón hizo emerger de las aguas del mar para entregárselo a Minos, rey de Creta. Este le había pedido al dios que le enviara una señal para que no quedara duda de su derecho a gobernar por encima de sus hermanos. Así que Poseidón le envió este toro con la idea de que lo sacrificara en su nombre, pero Minos lo vio tan imponente, que decidió enviarlo a su rebaño y sacrificar otro toro en su lugar. El dios del mar se dio cuenta del engaño y le encargó a Afrodita un castigo: que el toro fuera tan hermoso a los ojos de Pasífae, esposa de Minos, que esta se enamorara de él.
La mujer comenzó a sentir entonces una inexplicable atracción hacia el animal, y así se lo confesó al inventor más famoso de Creta, Dédalo, padre del famoso Ícaro, quien se la pasaba distrayendo a Minos con marionetas de madera. Cuando Dédalo supo los deseos zoofílicos de la reina, le construyó una vaca con ruedas en las patas y con un orificio en la parte trasera. Esta vaca fue llevada cerca al lugar donde el toro de Creta pastaba, teniendo en su interior a Pasífae. El toro no tardó en darse cuenta de la presencia de la vaca y en correr hacia ella para cogerla. Así quedaron resueltos los deseos de Pasífae, y fue a partir de este suceso que nació el Minotauro de Creta. Para evitar la vergüenza, Minos encerró a esta bestia dentro de un laberinto construido por Dédalo, el cual tenía una única entrada. Este monstruo creció cada vez más salvaje dentro de las infinitas paredes, comiendo únicamente carne humana.
A Creta llegó Heracles (Hércules), quien tenía por séptimo trabajo capturar al toro con sus propias manos. Así que le solicitó permiso a Minos y este accedió. Heracles pudo dominar al Toro de Creta no sin cierta dificultad, y luego lo llevó por el mar Egeo hasta Micenas. Aquí, Euristeo quiso ofrecerlo en sacrificio a Hera, pues era un buen animal; pero esta lo rechazó porque era demasiado feroz. Entonces Euristeo lo dejó libre, con lo cual el toro produjo toda clase de daños por las ciudades que pasaba. Fue así en las poblaciones de Argólide y el istmo de Corinto, hasta que se atravesó en el camino de Teseo. Este héroe ateniense se enfrentó a él en la llanura de Maratón y logró vencerlo con su espada.
Tiempo después, Minos se lanzó a la guerra contra Atenas luego de que su hijo, Androgeo, fuera asesinado tras quedar campeón de unos juegos olímpicos. El rey de Creta venció en la guerra e impuso como compensación, previa sugerencia del oráculo de Delfos, que a lo largo de varios años fueran introducidos siete adolescentes femeninas y siete varones en el laberinto para que sirvieran de alimento al Minotauro. Fue así como en la tercera ocasión de este sacrificio llegó Teseo al territorio de Minos, aunque Ariadna, hija del rey, se enamoró de este. Entonces le ayudó a idear un plan para vencer al Minotauro, el cual le fue sugerido por el mismo Dédalo. Este consistía en adentrarse en lo profundo del laberinto extendiendo un hilo desde la entrada. Así podría salir luego de vencer al Minotauro. De esta forma, Teseo recorrió los numerosos pasajes hasta que dio con la bestia, a la cual pudo vencer bien con las manos desnudas o bien con la ayuda de una espada entregada por Ariadna. Luego de esto, pudo salir siguiendo el hilo.
Debido a este escape, Minos encerró a Dédalo y a su hijo, Ícaro, dentro de una torre muy alta. Pero Dédalo, que era un gran inventor, construyó unas alas con las que ambos pudieron escapar volando. Este le advirtió a Ícaro que no volara muy cerca del Sol, pues las alas estaban sujetas con cera; pero este no obedeció y la cera se derritió. Ícaro cayó entonces a las aguas del mar y murió ahogado. Después de esta desgracia, Minos emprendió la cacería de Dédalo por todas las ciudades cercanas. El rey de Creta iba entre las personas ofreciendo una recompensa al que pudiera enhebrar completamente la concha de un caracol, sabiendo que la única persona capaz de lograrlo era Dédalo. Y así ocurrió, el acertijo fue resuelto en la ciudad de Cócalo. Minos le exigió entonces al rey de este lugar que le entregara al inventor; este accedió pidiéndole que se bañara primero para que se relajara un poco. Siguiendo el ofrecimiento, Minos entró en los baños y fue asesinado por las hijas del rey de Cócalo, quienes le vertieron agua hirviendo. Luego de su muerte, el rey cretense se volvió juez de los muertos en el inframundo junto a Radamantis y Éaco.
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