Meleagro y la caza del Jabalí de Calidón

La leyenda de Meleagro y la caza del Jabalí de Calidón, mitología griega

Dentro de la mitología griega, Meleagro era un guerrero hijo de los reyes de Calidón, Eneo y Altea. En el momento de su nacimiento, las Moiras dijeron que su vida estaría atada al destino de un tizón ardiente. De manera que, cuando este se consumiera, Meleagro moriría al instante. Por esta razón, su madre decidió sacar el tizón del fuego y guardarlo en un cofre. Cuando ya era grande, su padre había olvidado rendir sacrificios a Artemisa, por lo que envió al Jabalí de Calidón a hostigar sus territorios

. Eneo entonces organizó una cacería para acabar con la bestia, en la que participaron diferentes héroes de la época, incluido su hijo, Meleagro, los argonautas, la cazadora Atalanta. Para tener una gran congregación, envió mensajes a todas las ciudades griegas cercanas y ofreció, a manera de premio, la piel y los colmillos del animal a quien lo cazara. Sin embargo, debido a la participación de Atalanta, que era una mujer, muchos hombres, los encabezados por Anceo y Cefeo, se rehusaron a participar en la cacería. Por suerte, Meleagro logró convencerlos. Así, persiguieron al animal y Atalanta fue la primera que logró darle con sus flechas; aunque fue Meleagro quien terminó rematando al animal. Este, reconociendo la labor de la cazadora, le entregó la piel del jabalí; pero esta le fue arrebatada por los tíos de Meleagro, hijos de Testio. Furioso con la injusticia que estaban cometiendo, Meleagro entonces los mató y le devolvió la piel a Atalanta. Por su parte, Altea, su madre, sacó el tizón del cofre en el que lo tenía guardado y lo puso de nuevo en el fuego. Cuando este se hubo consumido, Meleagro murió inmediatamente. Luego de ello, Altea se suicidó.