Dentro de la mitología griega, las aves del Estínfalo eran una bandada de aves carnívoras que tenían las alas, el pico y las garras de bronce, y cuyas heces venenosas perjudicaban los cultivos. El origen de estas varía según las versiones: en unos relatos eran mascotas de Artemisa, diosa de los animales y la caza, y en otros eran mascotas de Ares, dios de la guerra. En una versión, estas habían llegado a un pantano en Arcadio luego de escapar de una manada de lobos, y había logrado multiplicarse excesivamente ahí, invadiendo los campos y destruyendo todo cuanto estuviera a su paso. Sabiendo lo difícil que sería deshacerse de estas, Euristeo le encomendó a Heracles que acabara con estas aves. Al llegar, Heracles quedo atónito porque el número superaba en gran medida al de sus flechas y la gran fuerza que poseía no le servía de mucho. Al ver su desesperación, Atenea le entregó un cascabel y le aconsejó que lo hiciera sonar desde lo alto de una montaña. Así lo hizo Heracles y logró espantar a todas las aves de la región, derribando algunas con las flechas que le quedaban. Terminada su misión, volvió al palacio de Euristeo. Este se encontraba atrincherado porque varios pájaros habían llegado a atacar su nación. Así que Heracles hizo sonar de nuevo el cascabel y todas las bestias emigraron a la isla de Ares, ubicada en el Mar Negro. Estas serían descubiertas más tarde por los Argonautas.
Heracles, hijo de Zeus y Alcmena, tenía que ser el rey de Argólida (Micenas, Argos, Tirinto y Midea), pues un oráculo había dicho que el próximo varón que naciera en la casa de Perseo sería el rey del lugar. No obstante, Hera no quiso que esto pasase, así que retrasó tres meses el nacimiento de Heracles y adelantó dos meses el alumbramiento de Euristeo, quien también era parte de la casa de Perseo al ser hijo de Nícipe y Esténelo
En este exilio fue descubierto por su hermano Ificles, quien lo convenció de que visitara al oráculo de Delfos. Aceptando la recomendación, Heracles fue hasta el oráculo y este le pidió como penitencia por su crimen que debía realizar diez trabajos impuestos por Euristeo, la persona que más odiaba Heracles, y le profetizó además que, luego de estos, se volvería inmortal y pasaría a instalarse junto a los dioses. A pesar del resentimiento, Heracles aceptó su castigo y recibió los trabajos impuestos por el rey usurpador; quien le impuso dos trabajos más, siendo doce en total, pues Heracles iba acompañado de Yolao. El sexto de estos trabajos consistía en asesinar a los pájaros de Estínfalo.
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