Dentro de la mitología griega, la guerra de Tebas, más conocida como la guerra de los Siete contra Tebas, fue un conflicto bélico que fue ampliamente representado dentro de la antigua cultura griega. Todo comenzó cuando el trono de Tebas quedó vacante debido al destino trágico de Edipo. Luego de que este se diera cuenta de que había asesinado a su padre, Layo, y se había casado con su madre, Yocasta. Edipo se sacó los ojos y fue desterrado por sus hijos, Polinices y Eteocles, a quienes maldijo diciéndoles que eventualmente se matarían el uno al otro. Así, a pesar de que estos hubieran acordado turnarse el trono, Eteocles, una vez terminado su gobierno de un año, se negó a cederle el poder a Polinices. Este último se fue de Tebas furioso y fue a parar a la ciudad de Argos, donde reinaba Adrastro.
En la corte del rey Adrastro, Polinices conoció a las hijas de este, Argía y Deípile, que eran pretendidas por varios príncipes de toda Grecia debido a su gran fortuna. Para evitar un conflicto entre los pretendientes, Adrastro se dirigió al Oráculo de Delfos, el cual le aconsejó que uniera a su carro el jabalí y el león que estaban peleando en su palacio
El rey de Argos propuso a sus invitados que primero fueran a Tebas, pues estaba más cerca de su ciudad y todavía se encontraba inmersa en la inestabilidad política que había dejado Edipo. Todos estuvieron de acuerdo con la decisión, salvo Anfiarao. Este poseía poderes adivinatorios y sabía de antemano que iba a morir en la guerra, así que desistió a ir. No obstante, Tideo y Polinices sobornaron a la esposa de Anfiarao, Erífile, con un collar mágico de Afrodita que hacía encantadora a cualquier mujer. Esta logró convencer a su esposo de que marchara a la batalla y así se dirigieron siete paladines contra Tebas: Adrastro, Afiarao, Hipomedonte, Capaneo, Partenopeo, Polinices y Tideo
Los Siete llegaron a la ciudad de Nemea, gobernada por el rey Licurgo. En la corte de este, pidieron algo de beber, por lo que fueron conducidos por la nodriza del príncipe nemeo, quien dejó al niño en el suelo para conducir a los extranjeros hasta una fuente. Al regresar, descubrieron que el niño había sido asesinado por una serpiente, por lo que instauraron los juegos Nemeos en su honor. Esta competencia constaba de siete pruebas, cada una de las cuales fue ganada por uno de los Siete. Tras esto, se dirigieron a Tebas, donde Tideo se dirigió a Eteocles para que entregara el trono de manera pacífica, pero este se negó. De esta forma, se dio por iniciado la guerra de Tebas.
Tideo retó a un duelo singular a cada uno de los guardianes de la ciudad, venciéndolos a todos. Despejadas las siete puertas de la ciudad, los Siete paladines se pusieron cada uno delante de una puerta y se dio inicio al asedio de la ciudad. Eteocles, rey de Tebas, supo de mano del adivino Tiresias que, si se sacrificaba un príncipe de la casa real en honor a Ares, quien estaba furioso por el asesinato de su dragón Cadmo, entonces Tebas se salvaría. Creonte se ofreció a ser sacrificado al saber aquello, pero fue su hijo, Meneceo, quien finalmente se suicidó en la cueva del dragón. De esta forma, a pesar de que los extranjeros estaban cerca de conseguir la victoria, perdieron la batalla. Capaneo fue muerto por un rayo de Zeus, Tideo murió a manos de un tebano llamado Melanipo, Anfiarao murió al caer en un hueco abierto por otro rayo de Zeus y Polinices murió junto a su hermano Eteocles cuando ambos se atravesaron con sus espadas. Debido a esto, Creonte se hizo con el trono de Tebas y logró la victoria para su ciudad
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