El mito de Ixmukané

Dentro de la mitología maya, Ixmukané fue una de las diosas primigenias. Su nombre está compuesto por los vocablos ixim, que traduce “maíz” y xtan, que traduce “mujer” o “dueña”. De tal forma que Ixmukané puede entenderse como “la mujer del maíz” o la “dueña del maíz”. Esto se debe a que esta diosa recibió el maíz de los animales que poblaban la tierra en su comienzo, y moldeando varios tipos de este creó al ser humano. También es conocida por ser la madre del dios de la fertilidad y el juego maya de pelota (en el que se usaban las caderas), y por ser la abuela de los Dioses Gemelos: Ixbalanqué y Hunahpú.

Según cuenta el Popol Vuh, en un comienzo sólo existía vacío. Entonces los dioses se pusieron de acuerdo para darle origen al mundo. Primero hicieron el cielo y luego la tierra, dejándolos separados el uno del otro. Más tarde trajeron la luz y el agua de los ríos y los lagos. Al notar que todo seguía sintiéndose vacío, decidieron crear los animales; pero se sintieron decepcionados cuando vieron que estos no podían venerarlos. Por esta razón, enfurecidos por la ingratitud de sus creaciones, los dioses hicieron que tuvieran que comerse entre ellos para poder sobrevivir.

Buscando un ser que supiera agradecer su nacimiento y que pudiera venerarlos, los dioses crearon en un principio un hombre de barro; pero esto no contaba con la fuerza para mantenerse en pie y tampoco podía pensar ni hablar.

Así que lo destruyeron. Más tarde crearon un segundo hombre, hecho de madero. Si bien este se podía mantener en pie y podía hablar y pensar, no tenía alma ni memoria, así que no los veneró. Por esta razón, lo destruyeron también lanzándole un diluvio.

Después de esto, los animales se acercaron a la diosa Ixmukané y le entregaron un fruto que había engendrado la tierra, el cual tenía muchas propiedades. Tomándolo entre sus manos, la diosa creó el primer hombre de maíz, Qaholom. Este podía pensar, hablar y amar, por lo que tendría problema en adorar a los dioses. No obstante, dado que el hombre del maíz no sabía cómo rezar, le pidió ayuda a las diosas para que lo instruyeran. Estas le enseñaron cómo reverenciar a los dioses y le entregaron una mujer, Alom, la Gran Madre, con quien concibió muchos hijos, quienes habrían de poblar la tierra.

Daniel Collazos

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