Enlil, mitología mesopotámica

Dentro de la mitología de Mesopotamia, estrictamente en la mitología sumeria, acadia, cananea y asiria, Enlil, también conocido como Elil, era el señor de la tierra y el cielo. El origen de su nombre proviene de los vocablos sumerios En, que se puede traducir como señor, y líl, que se puede traducir como viento o tormenta. De esta forma, Enlil sería, literalmente, Señor del viento o Dios de la tormenta. Por esa razón, se especula que fue un dios relacionado con el clima. Dado que las culturas mesopotámicas no dependían completamente del clima, pues las cosechas abundaban de acuerdo al cauce de los ríos, Enlil era tomado más como un dios temible e irascible, pues las fuertes tormentas sí podían arruinar los cultivos y hacer escasear los alimentos.

Según se cuenta, este dios vivía en é.kur, que puede traducirse como casa-montaña. De hecho, uno de los adjetivos que recibía Enlil era kur.gal (gran montaña). Esto se debía también a que su principal santuario se encontraba en una montaña en la antigua ciudad de Nippur, actual Irak. Desde lo alto de este sitio, Enlil tenía el privilegio de poder observar todas las cosas que ocurrían en la Tierra. Este dios fue hijo de An, dios del cielo, y Ki, diosa de la tierra, quienes tuvieron que separarse debido a su nacimiento. Un día, siendo mayor, descubrió a Ninlil mientras se bañaba en unos pantanos. Pese a las advertencias que esta le hizo, Enlil tuvo relaciones con ella y la fecundó. Por este acto, fue expulsado de Nippur. A pesar de eso, Ninlil los buscó durante su exilio y estuvo con él tres veces más, dando a luz tres dioses de ultratumba.

En las tablillas de Atrahasis, se refiere que Enlil, molesto por el ruido que hacían los seres humanos, intentó destruirlos en tres ocasiones. En la última de estas, inundó la Tierra con un diluvio; pero las personas fueron salvadas por su medio hermano Enki, quien les advirtió que construyeran un barco gigante y lo proveyeran de animales y semillas

. El diluvio lo provocó al abrir las compuertas del cielo, pero esto fue rechazado por todos los demás dioses, quienes se quejaron porque necesitaban los sacrificios para alimentarse. Por suerte, una vez las aguas volvieron a su nivel normal, Ziusudra ofreció un sacrificio a los dioses, que logró calmar su hambre.
Daniel Collazos

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Tags: EMesopotamia

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