Dentro de la mitología mesopotámica, concretamente sumeria, Enki, también conocido como Enkil o Ea, era el dios que creó a los seres humanos, impulsando a otras divinidades a que cooperaran. Por esta razón era conocido como El señor de la tierra. Pese a este nombre, se creía que su reino y su hogar, Apsu, encontraban en las profundidades de la tierra, donde dichos lugares eran bañados por las aguas primordiales subterráneas. Más allá de su papel como creador de los humanos, se le veneraba como dios de las artes, la construcción, el diseño, la magia y la sabiduría. Por ello ocupaba un rol central dentro del panteón sumerio, junto a Anu y Enlil.
Según se cuenta en las tablillas de Atrahasis, Enki convenció a los dioses de que sacrificaran a uno de los suyos para crear a la humanidad. Aunque las diferentes versiones del mito el dios sacrificado varía, por lo general se acepta que fue Geshtu-E. Al mezclar la sangre y la carne de este con arcilla, creó una masa que luego fue purificada por todos los dioses durante ciertos días del mes. Tras todo este proceso, Ninhursag mezcló la arcilla y pidió a los dioses que la escupiera. Enki luego la acompañó en un ritual mágica que terminó cuando, al cabo de un tiempo, Enki tomó 14 fragmentos de arcilla, a partir de los cuales creó siete hombres y siete mujeres.
El principal templo de este dios se encontraba en la ciudad de Eridu, actual Irak. Los símbolos con los que se le solía relacionar eran la cabra y el pez, que luego se fusionaron en la criatura de capricornio
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