Dentro de la mitología griega, Electra, también conocida como Laódice, era una de las hijas de Clitemnestra y Agamenón, reyes de Micenas, por lo que era princesa de este reino y descendiente del maldecido Atreo. Esta mujer es reconocida por haber planeado, junto a su hermano Orestes, el asesinato de su propia madre, quien había asesinado anteriormente a Agamenón para quedarse con su amante, Egisto, y gobernar sobre Micenas con él. Todo se remonta a la Guerra de Troya. Mientras Agamenón combatía frente a la ciudad amurallada y comandaba las tropas aqueas, Clitemnestra había sido seducida por Egisto; por lo que ambos decidieron asesinar al rey para poder desarrollar libremente su amor. Según se cuenta, Clitemnestra fue inducida a ser infiel porque Nauplio había visitado varias ciudades griegas advirtiendo a las mujeres de que sus esposos habían muerto en Troya.
Así, veinte años después del crimen, Orestes regresó a la ciudad de Micenas y se encontró con Electra frente a la tumba de su padre. Aquí ambos comenzaron a planear su venganza, pues el dios Apolo exigía que la muerte de Agamenón no quedara impune. De esta forma, obteniendo la ayuda de Pilades, hijo de Estrofio, Orestes pudo infiltrarse en el palacio y asesinar a Clitemnestra y a Egisto, no sin antes recibir una maldición de su madre. Por esta razón, las Erinias comenzaron a atormentarlo, pues estos monstruos eran los encargados de castigar los crímenes familiares.
Al borde de la locura, Orestes llegó a un templo dedicado a Apolo en Delfos; pero el dios, a pesar de haberlo mandado a cometer el crimen, no pudo salvarlo de las Erinias. Orestes llegó entonces a la Acrópolis de Atenas, donde fue recibido por Atenea. Esta realizó un juicio en el Areópago frente a doce jueces áticos para decidir su destino.
Este mito luego fue recogido por el psicólogo Carl Gustav Jung, quien describió el complejo de Electra, opuesto al complejo de Edipo. Este complejo consiste en una gran atracción de la hija hacia a su padre. No obstante, más que una patología, Jung señala que es una etapa usual dentro de la infancia, que genera una rivalidad con la madre mientras se busca la atención del padre. Según este psicólogo, dicha etapa suele comenzar alrededor de los tres años de edad y se resuelve naturalmente al cabo de dos años. Contrario al caso del complejo de Edipo, las manifestaciones de la competitividad con la madre suelen pasar inadvertidas, pues la relación entre madre e hija suele ser más fuerte y estrecha que entre padre e hijo.
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