Dentro de la mitología griega, Midas fue uno de los reyes de Frigia, hijo adoptivo de Gordias y su esposa Cibeles, adorada como diosa. Según se cuenta, los frigios se encontraban debatiendo acerca de quién debería ascender a trono, para lo cual consultaron al oráculo. Este les dijo que el próximo que entrara en la ciudad sobre una carreta y un cuervo al hombro debería ser nombrado rey. Y resultó que Gordias, quien era un campesino muy humilde, fue entrando a Frigia tal y como lo había pronosticado el oráculo. En agradecimiento, este ofreció a Zeus su carreta, su lanza y su yugo, amarrándolas con un nudo imposible de desatar, conocido como nudo gordiano. Se creó entonces la leyenda de que aquel que pudiera desatarlo, gobernaría sobre toda Asia. Años después, Alejandro Magno conquistó Frigia y los habitantes lo retaron a desatar el nudo. Este, sin embargo, lo cortó con su espada, diciendo que era lo mismo cortarlo que desatarlo.
Una vez Gordias abandonó el trono, ascendió su hijo Midas. Durante su reinado, esta ciudad alcanzó su mayor esplendor, ampliando sus fronteras, creando un jardín de flores silvestres con todo tipo de aromas, adoptando el alfabeto griego y enviando, por primera vez en la historia de un rey extranjero, un regalo al Santuario de Delfos. La historia más conocida de este monarca tiene que ver con su don de convertir las cosas que tocaba en oro. Según cuenta la leyenda, este emborrachó a propósito al sátiro Sileno, padre de Dionisio, o bien lo encontró borracho cerca de su palacio. Acto seguido, lo llevó a su corte y juntos tuvieron una fiesta que se prolongó por más de diez días, luego de los cuales fue devuelto a Dionisio. En agradecimiento por su hospitalidad, el dios del vino le otorgó a Midas el poder de convertir en oro todo cuanto tocase. Este convirtió entonces diferentes objetos en oro sólido, pero al momento de comer, vio que hasta los alimentos se transformaron en el metal precioso.
Luego del desastre ocasionado por su don, Midas viajó al extranjero y se volvió adorador de Pan, dios de los sátiros y los campos. En una ocasión, este afirmó que su música era mejor que la de Apolo y lo desafió a un duelo. Ante un gran público, ambos enfrentaron sus melodías y todos estuvieron de acuerdo en que Apolo había ganado, salvo Midas. Apolo entonces le dijo que tenía un par de orejas depravadas, que a lo mejor debería tener orejas de asno, y le convirtió sus orejas en las de dicho animal.
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