Cuentan los antiguos, que en el reino zapoteca vivía un príncipe valiente y apuesto, famoso en todas las poblaciones y entre todos sus habitantes. De tal manera que las hazañas que ejecutaba de día frente al alba, eran relatadas por esta a las hijas del rey del cielo. Y entonces una de estas jóvenes, encantada con las historias que tanto escuchaba, se enamoró perdidamente del príncipe terrenal. De tal manera que un día, aprovechando que sus hermanas estaban ausentes, y sin que su madre se diera cuenta, bajó descendió a la tierra y aguardó en la orilla del río Huchitán a que pasara su amado. Al cabo de un tiempo, cuando el afamado príncipe llegó al lugar donde estaba la joven, se enamoró a primera vista de esta. Así que se la llevó en sus brazos hasta el palacio real y le prometió que se casaría con ella.
Mientras esto ocurría en la tierra, el cielo comenzó a teñirse de negro debido a la ausencia de la joven y que tanto el alba como su hermana no quería que casara con un moral. De manera que todas concertaron una reunión, viendo que la boda era inminente, y llegaron a una decisión: imponerle un castigo por haberse quedado en la tierra. Así, una de las hermanas bajó a la tierra transformada en brisa y esperó toda la celebración de la boda para colarse en el lecho nupcial. Aquí, se convirtió de nuevo en diosa y le comunicó a su hermana, cuando la tuvo delante, lo que habían decidido como castigo por su amor: podría quedarse en la tierra, pero solo bajo la apariencia de una flor acuática. De tal manera que, estirándose desde el fondo de un lago hasta la superficie, sus pétalos solo se abrirían de noche para recibir a su madre y su hermana, pues de noche estaría cerrada para cualquiera que quisiera contemplarla. Cuando la hermana terminó de dar su mensaje, desapareció y la recién casada también, creciendo en forma de mudubina en la laguna Chivele.
Como el príncipe estaba sumido en la depresión y la angustia, su padre, el rey zapoteca, le encargó a las Vinnigenda, viajeras del viento, que encontraran a la esposa perdida de su hija. El poder del rey sobre la tierra era absoluto, y nada escapaba a él, salvo las decisiones que fueran tomadas en el cielo. Esto fue lo que le comunicó una de las viajeras cuando se enteró de todo cuanto había ocurrido. Entonces el príncipe le pidió que lo convirtiera a él también en una flor acuática, de manera que pudiera estar junto a su amada. Y así lo hicieron las Vinnigenda, quienes lo transformaron en xtagbañe, conocido para nosotros como nenúfar. Y a partir de entonces, ambas flores viven en la laguna. La mudubina abre sus pétalos de noche y su corazón es rojo por la pasión de su amor; mientras que el nenúfar abre sus pétalos de día por ser terrenal y su corazón es amarillo por la nostalgia. No obstante, puede que algún día los dioses quieran que ambos estén juntos, nuevamente.
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