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Dionisio

El mito de Dionisio, mitología griega

Dentro de la mitología griega, Dionisio era el dios olímpico del vino y la fertilidad y patrón del teatro y la agricultura. Esta deidad tenía por séquito a las ménades, sus compañeras de orgía, a quienes imitaban las bacantes (mortales), e iba acompañado de sátiros, entre los que se destaca Sileno. Algunos investigadores creen que Dionisio es la fusión entre un dios local y uno extranjero, probablemente proveniente de Frigia, Tracia, Etiopía, Arabia o Libia. Aun así, los ritos y las fiestas en su honor gozaban de gran popularidad entre los griegos. Este sobrevivió también durante la cultura romana bajo el nombre de Baco, teniendo por ritos las bacanales.

Según se cuenta, el padre de los dioses se enamoró de Sémele mientras esta era una sacerdotisa de su templo. Así, quedó prendado luego de que la viera sacrificar un toro en su honor y tras verla nadando en el río Asopo mientras se lavaba la sangre del animal. Esta relación no pasó inadvertida por Hera, esposa de Zeus, quien le hizo creer a Sémele que su amante era en realidad un simple mortal que se hacía pasar por el dios del rayo. Le sugirió entonces que, para que no siguieran burlándose de su ingenuidad, le pidiera una prueba de su divinidad al supuesto Zeus. Y así lo hizo esta la próxima vez que lo vio. Zeus se resistió a hacerlo y le sugirió que le pidiera otra cosa; pero al ver la insistencia de Sémele, aceptó su pedido. Zeus entonces mostró todo su poderío en forma de rayo, y su amante fue reducida a cenizas.

Aun así, el dios logró salvar al pequeño. Lo introdujo en su muslo y lo gestó durante unos cuantos meses hasta que finalmente nació. Por ello el nombre de Dionisio puede traducirse como el que nació dos veces. Pasado el tiempo, Dionisio bajó al inframundo y consiguió que Sémele viviera junto a las demás deidades con el nombre de Tione.

Luego del nacimiento de Dionisio, Zeus se lo encargó a Hermes, y este se lo dio a Atamante y a Io. Ambos lo criaron como si fuera una niña para evitar que Hera lo descubriera. En otra versión, Zeus lo entrega a las ninfas para que lo cuiden, con lo cual recibieron como recompensa su inmortalización en la constelación de Híades. Sea como fuere, Dionisio creció y descubrió cómo producir vino; pero Hera hizo que enloqueciera y lo hizo deambular por diferentes lugares de la tierra. Por suerte, fue curado por Cibeles, quien además le enseñó sus ritos. De esta forma, Dionisio comenzó un largo recorrido por toda Asia Menor para enseñarle a las personas a cultivar la vid. Luego de ello, volvió a Grecia para introducir el culto a su persona. En una ocasión, fue secuestrado por unos piratas que querían venderlo como esclavo, pero este se convirtió en un león e hizo que todos se lanzaran al agua. Los piratas entonces se convirtieron en delfines, salvo Acetes, que desde el comienzo se había opuesto a su secuestro.

Cuando Dionisio volvió a Tebas, se percató de que Penteo había ascendido al trono luego de que Cadmo, fundador de la ciudad, hubiera abdicado debido a su vejez. Así, cuando este estuvo en el poder, prohibió el culto a Sémele, su tía, y a Dionisio, deidad del vino, el teatro y la fertilidad. Por esta razón, dicha deidad hizo que las tías y la madre del rey tuvieran un frenesí báquico en el monte Cicerón. Penteo, enojado, las enjauló y las ató con cadenas; pero las mujeres fueron liberadas de sus ataduras y sacadas de la cárcel. Luego de esto, Penteo sabía que seguían realizándose rituales en honor a Dionosio, y había escuchado que estos consistían en diferentes actos sexuales. Así, fue a espiar a las hijas de Cadmo desde un árbol durante sus ritos báquicos, mas fue descubierto. Las mujeres, pensando que se trataba de un animal, lo derribaron de las ramas y lo despedazaron, tal y como ocurre en el sparagamos. La madre de Penteo entonces llevó su cabeza atravesada por un palo hasta la ciudad de Tebas, hasta que se dio cuenta del crimen que había cometido. Por esta razón, estas mujeres fueron expulsadas de la ciudad.

Dionisio fue el responsable de darle el toque de oro a Midas. Según cuenta la leyenda, este rey emborrachó a propósito al sátiro Sileno, padre de Dionisio, o bien lo encontró borracho cerca de su palacio. Acto seguido, lo llevó a su corte y juntos tuvieron una fiesta que se prolongó por más de diez días, luego de los cuales fue devuelto a Dionisio. En agradecimiento por su hospitalidad, el dios del vino le otorgó a Midas el poder de convertir en oro todo cuanto tocase. Este convirtió entonces diferentes objetos en oro sólido, pero al momento de comer, vio que hasta los alimentos se transformaron en el metal precioso.

Según Aristóteles, este rey murió de inanición. Según otros autores, rezó a Dionisio para que le removiera su don, y la deidad le dijo que se bañara en el río Pactolus, razón por la cual este afluente tiene gran concentración del metal. En otra versión alternativa, Zoe, la hija del rey, va a reclamarle por las flores del jardín convertidas en oro que habían perdido su fragancia. Midas la abraza intentando calmarla, pero al poco tiempo descubre que la ha convertido en una estatua de oro.
Daniel Collazos

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