El mito de Bolon Dzacab

Dentro de la mitología maya, Bolon Dzacab era la representación y materialización de la fertilidad de la tierra y la vegetación. Este dios estaba relacionado con la dirección este, por donde salía el sol, por la estrecha relación entre la luz solar y la fotosíntesis de las plantas. Este dios también se relacionaba con la sangre que vertían las personas que se autosacrificaban en honor a los dioses, la cual estaba ligada, a su vez, con los antepasados. Por esta razón su nombre se traduce como “Nuevas generaciones”.

Dentro de los códices mayas, como el Códice de Dresde o de Grolier, se representaba a Bolon Dzacab con una nariz larga, bifurcada y llena de diferentes adornos, la cual nacía desde su frente. De esta misma nace un apéndice tubular. En el final de la comisura de la boca tenía un colmillo enrollado. Los ojos eran curvos, cuadrangulares y grandes, y tenía pupilas espiraladas. Este rasgo, unido al antes descrito de la frente, eran las características propias del dios de la lluvia, con el cual se le familiarizaba. Por estas mismas, se le relacionaba con las serpientes.

Durante el periodo clásico de la civilización maya, este dios se representó en esculturas huérfanas de barro y cerámica, en relieves de los murales de varias construcciones y en cetros y bastones ceremoniales. Estos últimos eran ostentados por personas con cargos elevados de poder, como gobernantes, o personas con cierta función espiritual, como los sacerdotes. Además de la figura antropomorfa antes descrita, se le representaba con el pene o una pierna transformado en serpiente o con la cara de un dragón, lo cual hace alusión a un antiguo linaje que tenía su inicio en la anaconda. Bolon Dzacab también se podía encontrar representado en los cuchillos usados en el autosacrificio.