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Baphomet

El mito de Baphomet

Baphomet, también conocido como Baphometo, Bafomet o Bafometo, es un término con el cual se alude a un ser antropomorfo que engendra todos los elementos adversos al cristianismo. Por extensión, se le tiene como una manifestación del diablo y del pecado. Este término gozaba de gran popularidad durante la época medieval, aunque en la actualidad es casi desconocido. Esto se debe a que surgió principalmente para perseguir a la Orden de los Caballeros Templarios (u Orden del Temple), por lo que no estaba adscrito a ninguna cultura o escritura bíblica o cultura en particular. De esta manera, el concepto de Baphomet fue útil para acusarlos de herejía y paganismo, pues era necesario acabar con el poderío e influencia del que gozaban.

Se cree que el rey de Francia condenó a los templarios, a la cabeza de Jacques de Molay, que fue quemado vivo frente a Notre Dame, para evitar pagar la deuda que el estado francés tenía con esta Orden y para quedarse con todos sus bienes. Lo que sí es cierto, es que después del juicio y la condena que recibieron los templarios, el término baphomet cayó en desuso. La mayoría de las descripciones de este supuesto demonio provenían de los relatos que daban los torturados, a fin de que se les condenara de una vez y no se les siguiera haciendo sufrir. Aunque es de anotar que muchos relatos presentaban coincidencias.

Según se cuenta, Baphomet tenía la apariencia de un númen barbado con cuernos pequeños que salían de su frente. Este símbolo habría sido importado, presuntamente, por los templarios cuando volvieron de Tierra Santa, donde lo habrían tomado de los sarracenos (término para agrupar a los musulmanes y a los árabes). Algunos expertos creen que Baphomet es una variante del nombre Mohamed, Muhammad en la lengua occitana, hablada en Occitana, donde vivían los templarios acusados. Otras versiones sospechan que la barba del numen sería la barba de Jesucristo o que este ser, representado como una cabeza sin cuerpo, representaría a Juan el Bautista. Otras fuentes señalan que la etimología de la palabra provendría de dos vocablos griegos que traducirían “bautismo” y “sabiduría”.

Sea como fuere, la creencia más popular decía que Baphomet tenía la misión de vigilar los siete infiernos del purgatorio y de dirigir a los demonios principales, cada uno de los cuales castigaba un pecado capital de la siguiente manera:

  • Asmodeo —> Lujuria.
  • Belcebú —> Gula.
  • Mammon —> Avaricia.
  • Belfegor —> Pereza.
  • Satán —> Ira.
  • Leviatán —> Envidia.
  • Lucifer —> Orgullo.

Aun así, el primer registro que se tiene del término de Bafomet se puede encontrar en los pliegos de cargos que llevaban los oficiales y la Inquisición de Francia para torturar, condenar y prender a los templarios. Esta práctica era común para perseguir a las personas y a las organizaciones que atentaban contra el poder del rey y de la Iglesia. Esta situación era propia del rey francés, quien llegó a acusar hasta al mismo papa Bonifacio VIII de satanismo con el fin de alejarlo de su esfera de poder.

Dada la influencia que tenían los templarios en el mundo medieval, varios de sus símbolos y rituales fueron rescatados del olvido. Lo mismo ocurrió con Baphomet, que, pese a ser una deidad que no fue adorada por los templarios como tal, fue retomada por personas adscritas al esoterismo, al satanismo y a las tradiciones ocultas. La imagen que hoy se tiene de Baphomet procede de una ilustración que hizo el escritor y ocultista Eliphas Levi Zahed, quien lo dibujó como un ser con senos de mujer, cabeza de cabra, alas de ángel negro, barba, corona y una estrella de cinco puntas en la frente.

Jean de Cassanhas o Cassagnas, uno de los templarios torturados, confesó bajo tortura a su inquisidor que en la Orden le presentaron a un amigo de Dios, por el cual había llegado hasta esa Orden. Otro templario afirmó que a este amigo de Dios era necesario postrarse y rezarle en árabe y latín. Otras confesiones señalaban que las figuras de Baphomet tenían la capacidad de hablar y el poder de la profecía. También se le atribuía la fertilidad de las tierras, por lo cual se le veneraba en las épocas de cosechas. Otros condenados afirmaban que se referían a él como “el salvador de la humanidad” o “el salvador del Temple”, por lo cual era igual a Dios y a Mahoma.

Daniel Collazos

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