Dentro de la mitología griega, Apolo era el dios del arte, las flechas y el arco, y Dafne era una ninfa de los árboles (dríade), hija de Gea y Ladón. Juntos protagonizan un mito que ha sido uno de los grandes motivos del arte, siendo representado por artistas como Francesco Albani, Gian Lorenzo Bernini, Francesco Cavalli, Gustave Klimt y Richard Strauss, entre otros. Una vez, mientras Eros sostenía un arco y unas flechas, fue ridiculizado por Apolo. Este le dijo que tal arma era propia de los hombres, y que sus victorias nada tenían que ver con las victorias de un dios como él. Furioso por lo ocurrido, Eros se armó de una flecha de oro, capaz de incitar el amor, y una flecha de plomo, capaz de incitar el odio. Entonces disparó la flecha de oro al corazón de Apolo y la de plomo a Dafne. Así, mientras la deidad se enamoraba de la ninfa, esta lo repudiaba con toda su alma.
Desde su comienzo, la dríade había rechazado todo tipo de pretendientes con tal de dedicarse a la caza y la exploración rural. De tal forma que, cuando Apolo se acercó a ella, esta lo rechazó de todas las formas que pudo; hasta que tuve que correr ante el hostigamiento divino. Dafne, angustiada por verse superada en la carrera, pidió ayuda a su padre. Por lo que este la convirtió en un laurel. Poco a poco, sus brazos se convirtieron en ramas y sus cabellos en flores, mientras sus pies se adherían a la tierra y se transformaban en raíces. Apolo abrazó inútilmente el ser vegetal en el que se había convertido, pero su amor era tanto que decidió consagrar esa especie a su nombre, prometiendo que sería llevada en la cabeza de todos los héroes.
Desde entonces, una corona de laurel se les entregaba en la antigüedad a los deportistas que ganaban los juegos olímpicos y a los poetas que creaban las mejores obras en los concursos literarios. De ahí proviene el término laureado, que significa “destacado por su excelencia”. De igual forma, de esta costumbre proviene también el dicho popular de “dormirse en los laureles”, que habla sobre aquellas personas que descuidan su trabajo o dejan de esforzarse por tener algún reconocimiento previo.
Después de que el uso fuera implantado en los juegos olímpicos y en los concursos literarios de la antigua Grecia, las coronas de laurel fueron entregadas en el Imperio Romano como una forma de agradecimiento y reconocimiento a los mejores soldados y comandantes del Ejército
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