Según cuentan, en la ciudad de Chumax vivía un tal un Aguilar, quien Aguilar era el mejor vaquero de la región. Este siempre iba bien vestido y era capaz de dominar hasta las bestias más salvajes. Es por esta razón que sus compañeros comentaban entre sí que posiblemente era brujo. Este rumor le daba risa a Aguilar e incluso bromeaba al respecto. En una ocasión, les confesó a sus amigos el secreto de su destreza. Contó que su familia era muy pobre y que desde niño había tenido que trabajar en el pastoreo, para ayudar en la casa. Dado que no sabía nada del oficio, era muy mal vaquero, así que no le agradaba a su jefe. Así, aburrido por su inexperiencia y los problemas que le acarreaba, una noche, después de batallar con los caballos y los burros que no le eran dóciles, salió del rancho y se sentó sobre la verja. Entonces una voz le dijo:
—¿Xibechan? (“¿Eres hombre?”) Entonces lucha, porque ese es tu destino. Si quieres tener éxito en tu camino, dirígete a la derecha.
Aguilar obedeció esta voz sin fijarse de dónde provenía. Así llegó a una granja donde anteriormente sólo había árboles y piedras. No obstante, el misterio recién comenzaba. Cuando el niño se acercó al protón, este se abrió solo, invitándolo a seguir adelante. Ya adentro, Aguilar observó cómo los bebederos de los animales estaban llenos y cómo una manada de toros entró en la granja para saciar su sed. La manada se detuvo frente al agua y le abrió paso a un enorme toro para que bebiera primero. Una vez este estuvo satisfecho, los demás por fin se acercaron y bebieron también. Cuando todos tomaron del agua, salieron de la granja con excepción del enorme toro negro. El portón se cerró y el toro se puso en posición de alerta: estaba retando a Aguilar. Entonces la voz reapareció:
—Vamos, Aguilar, demuestra que eres un hombre.
Seguido a esto, apareció un brazo velludo entre la oscuridad y le ofreció una capa. Aguilar, que no sabía nada de toreo, obedeció nuevamente a la voz y, con el corazón a punto de reventar, capeó seis veces a la bestia. La voz le dijo entonces:
—Está probado que tienes valor, que eres un hombre.
Y entonces reapareció el brazo velludo y le entregó un cigarrillo para que pudiera ver en medio de la oscuridad. Iluminándose con el cigarro, Aguilar llegó en la mañana a la finca donde trabajaba y vio a un extraño hombre de brazos velludos y aspecto deforme que le dijo toca clase de ofensas.
—Holgazán, se ve que no eres un hombre.
Aguilar entonces le dio una bofetada, por lo cual recibió una lluvia de golpes feroces de los cuales pudo defenderse. Aun así, el hombre le sonrió y le comentó en tono amistoso:
—Xibechan (Ya eres un hombre). Dado que has capeado a Juan Tul y encima le has puesto una mano encima, tienes mi favor y sólo te bastará fumar un cigarrillo cuando estés en problemas para que yo venga a ayudarte.
Juan Tul, según recordaba Aguilar, había sido un hombre legendario vivió durante la conquista, cuyo origen estaba en Huay Tul, dios similar a Balaam. Y desde ese momento, Aguilar tuvo la protección de Juan Tul, convirtiéndose en el mejor vaquero de la finca y fumándose un cigarrillo cada que estaba en problemas.
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