El Santo Niño de La Guardia fue la víctima de un asesinato ritual, realizado en la localidad de La Guardia (Toledo) en 1489. Este crimen fue cometido, según las autoridades de la época por un grupo de judíos y judeoconversos, los cuales fueron condenados a la hoguera por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en 1491. Los documentos de los procesos contra los acusados aún se conservan, de estos sobresale el proceso de Yosef Franco, en el que variados investigadores han encontrado diversas irregularidades, que abren espacio a la duda sobre el crimen, ya que nunca fue encontrado el cuerpo del menor.
Es necesario mencionar que no existe información que corrobore la existencia del menor y todo lo que concierne al crimen ha sido puesto en tela de juicio. Durante el siglo XVI fue construida la leyenda hagiográfica sobre la vida del Santo Niño, cuyo culto continúa celebrándose en La Guardia
El Santo Niño de la Guardia era un inocente niño de tres o cuatro años, llamado Cristóbal, hijo de Alonso de Pasamontes y de Juana la Guindera. Entre febrero y marzo fue atraído con engaños por un grupo de hombres judíos, estos lo raptaron y escondieron en la Hoz de La Guardia. Al acercarse la semana en que los cristianos conmemoran la crucifixión de Jesús, los raptores pensaron que era buen momento para repetir en aquel indefenso infante la pasión de Cristo.
El viernes Santo de 1489, amparados por la oscuridad de la noche los raptores realizaron todo tipo de vejámenes en el niño. Según lo comentado por el captor, Yucé Franco, el grupo extendió los brazos y piernas del niño sobre dos palos de madera puestos en forma de cruz, seguido le colocaron una corona de hierbas espinosas y después lo azotaron, abofetearon y escupieron. Finalmente, drenaron su sangre y abrieron su pecho para sacar su corazón, el cual fue guardado en una salmuera.
Después de enterrar el cuerpo del niño, los asesinos robaron una hostia consagrada, con esta y el corazón del niño se dirigieron a continuar con el ritual en Zamora, pero uno de los hombres fue detenido en Ávila, debido al resplandor que emitía la hostia. Posteriormente fueron capturados todos los implicados, los cuales fueron condenados a la hoguera por el Tribunal del Santo Oficio. La hostia robada se conserva dentro de un envase en el Convento de Santo Tomás, en España.
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