Los siete niños de Écija es el nombre por el que se conoció a un grupo o cuadrilla de bandoleros españoles, oriundos de Écija y sus alrededores. Este grupo estuvo conformado por diversos bandoleros mayores de edad, los cuales se dieron a conocer hacia mediados de la década de 1815 por sus fechorías. Acostumbraban asaltar carruajes, robar cortijos y forzar a jóvenes mujeres en los caminos y villas de Écija, Carmona, Fuentes de Andalucía, Osuna, Lora, Marchena, Sevilla, entre otras sin ser capturados por las fuerzas de la justicia.
Estos conseguían huir de la ley, refugiándose en las montañas de la Sierra Morena, la cual conocían como la palma de su mano. Sabían donde estaba cada paso, cueva y escondite posible, por lo que podían entrar a la sierra y escabullirse fácilmente. Se cuenta que estos desaparecían en la sierra y aparecían a kilómetros de donde habían estado el día anterior. Esta cuadrilla estuvo conformada por numerosos delincuentes, pero llevaban a cabo sus actos criminales como un grupo de siete, aunque algunos investigadores mencionan que este número podía variar.
Esta cuadrilla comenzó sus andanzas entre 1812 y 1814, años en los que se les vio asaltando en los caminos de Écija. Entre los primeros miembros conocidos de la banda estaban: Antonio Padilla, Antonio Carillena, Juan Romero Peña, Francisco Muños, Rafael Malecho, Felipe Romero Molero, José Piña, Diego García Martín, Juan Alaya. De estos sobresalían Antonio Padilla, primer jefe de la banda, muerto en 1815; Diego García Martín, conocido como el Hornerillo y los delincuentes llamados El Pintado, Carmona y El Mesa. La mayoría de los primeros miembros fallecieron o fueron apresados antes de 1816.
Al morir Padilla, la banda quedó al mando de Pablo Aroca Ojitos, delincuente conocido por su carácter indómito y temerario. Desde 1815, las crónicas sobre los bandoleros de Écija se centran en siete delincuentes: Pablo Aroca Ojitos, líder, Juan Antonio Gutiérrez (El Cojo), Francisco Narejo (El Becerra), Diego Meléndez, José Martínez (El Portugués), Antonio de Cegama (El Fraile) y Salvador de la Fuente (Minos). También se habla sobre José Ulloa (Tragabuches), reconocido contrabandista de la región. Todos estos fueron conocidos por ser desalmados y feroces delincuentes.
La mayoría de los miembros de la banda fueron capturados hacia finales de la década de 1810, gracias a las recompensas ofrecidas por la autoridad. Tras ser capturados se les condenó por incendiarios, salteadores de caminos, forzadores de mujeres honradas y vírgenes y otros delitos. Algunos de los miembros fueron condenados a morir en la horca o a ser castigados con el garrote entre 1817 y 1818. Los restos de los bandoleros fueron descuartizados y distribuidos por los caminos de las villas, para que sirvieran como ejemplo.
Las fechorías de los desalmados y feroces bandoleros de Écija, se conocieron por todo el territorio español, trascendiendo hasta nuestros días. En 1947, la vida de los bandoleros fue representada en el filme del director mexicano Miguel Morayta, Los siete niños de Écija.
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