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Lizzouli

La leyenda de Lizzouli

Cuentan los antiguos, que en el valle de Anahuac había un pequeño lago al que todos conocían como Mexi. Las aguas de este lago eran tranquilas y oscuras porque estaba rodeado de un denso bosque, cuyos árboles impedían llegara a su superficie el viento o la luz del sol. Aun así, en sus orillas crecían hermosas flores blancas que contrastaban con la oscuridad del agua. Un día, una joven azteca se acercó al lago cuando ya estaba oscureciendo. Era Lizzouli, quien veía sobre la superficie líquida el reflejo de la luna, Metzi, diosa de los enamorados. La muchacha avanza desde la orilla del lago, sumergiendo sus piernas en el fango. Poco a poco, el agua de Mexi sube y va cubriendo su cuerpo: sus manos delgadas, sus codos, sus hombros desnudos, su boca, sus grandes ojos, todavía abiertos bajo el agua mirando hacia la luna. Finalmente, su largo cabello queda flotando entre las aguas del lago.

Entonces el cuerpo de Lizzouli descendió hasta el fondo del lago sin vida. Dentro, en el imperio de Tlaloc, dios del agua, la tormenta y lo húmedo, las sirvientas de las profundidades vieron el cadáver de la joven y la devolvieron a la vida por orden de su rey. Todavía sumergida, Lizzouli se encontró frente a Tlaloc y le contó su triste historia de amor. Como su interlocutora seguía triste por el abandono, Tlaloc decidió convertirla en sirena y hacer que olvidara sus penas. Es por esta razón que los pescadores del lago Mexi decían que se podía escuchar la voz de una mujer cuando estaban pescando. Algunos incluso se lanzaron al agua intentado atraparla entre sus brazos, pero ahogados en el fondo del lago.

Durante una noche en que Lizzouli se encontraba cantando, vio cómo su antiguo amor se lanzó a las aguas del lago. En cuanto lo vio, recuperó momentáneamente su memoria y volvió a ser una mujer, dejando atrás su forma de sirena. Pero su amor se estaba hundiendo entre las aguas y ya no podía salvarlo. Entonces lo abrazó y se hundió con él. Al día siguiente, los pescados hallaron entre la arena de la orilla los cuerpos abrazados de la muchacha y el hombre que había amado. Pese a la muerte, los dos mantenían una sonrisa en sus rostros. Es por esta razón que, desde entonces, se comenta que en las noches donde no hay luna, se pueden ver dos sombras que pasean sobre la superficie del lago. Por la misma razón, las muchachas que viven alrededor del Mexi, se acercan en primavera para recoger las flores blancas que crecen en la orilla, con la esperanza de tener un amor eterno.

Daniel Collazos

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