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Leyendas de Montserrat «La Moreneta»

Leyendas de Montserrat «La Moreneta»

La Virgen de Montserrat o La Moreneta es una de las advocaciones marianas más conocidas de origen español. Es la patrona de Cataluña y su imagen se encuentra en el monasterio de la montaña de Montserrat, enclave religioso y turístico del pueblo catalán y los peregrinos. Esta avocación es representada con la piel de color oscuro, motivo por el que se le conoce como La Moreneta; se le ve sentada con el Niño Jesús en su regazo y en su mano porta una esfera que representa el universo.

A lo largo de la historia, el lugar donde se encuentra la imagen de esta Virgen se ha convertido en el centro de diversas leyendas, que han sido alimentadas por el carácter espiritual que le rodea. Entre estas sobresalen las leyendas sobre el origen de la Virgen, las apariciones de demonios y la intervención de la Virgen en favor de los españoles.  A continuación, rescataremos las leyendas más importantes que tiene lugar en la montaña de Montserrat.

Leyenda de la Moreneta

Cuenta la leyenda que un sábado del año 880, unos pastores que vivían en la montaña vieron una extraña luz descender y desaparecer en el monte. Mientras observaban la extraña luz, los pastores escucharon una hermosa melodía que los dejó cautivados. Los siguientes sábados el fenómeno se repitió de manera exacta, por lo que los pastores decidieron comentar lo sucedido al obispo de Montserrat. Al escuchar la historia, el obispo decidió acompañar al grupo de pastores al lugar donde caía la extraña luz. Juntos recorrieron toda la montaña hasta encontrar la Santa Cueva en donde se hallaba la imagen de la Moreneta.

Tras descubrir a la Virgen, el obispo pidió que la movieran para trasladarla a Manresa, pero al intentarlo la imagen se tornó más pesada a tal punto que tuvieron que desistir de la idea. El obispo entendió que el deseo de la Virgen era quedarse en la montaña, por lo que ordenó que se construyera una capilla en el lugar, la cual posteriormente se convirtió en centro de peregrinación.

Leyenda del Cavall Bernat

Cuenta la leyenda que aun leñador que debía trasportar fajos de leña hasta el Llobregat, se le apareció el diablo. El demonio le ofreció un caballo llamado Bernat, el cual era rápido como un rayo, para que terminase su arduo trabajo. No obstante, había una condición, en diez años el leñador debía proporcionar al demonio un caballo con características similares. Sin considerar el precio, el leñador aceptó la propuesta del demonio y continuó sus labores esta vez con la ayuda del caballo.

Ayudado por el caballo el leñador se convirtió en un hombre adinerado y reconocido en la región. El día que se cumplieron los diez años, el diablo le recordó su promesa, la cual el leñador ya había olvidado. Ante la imposibilidad de cumplir con tal trato, la mujer del leñador comenzó a orar a la Virgen por la protección de su amado. De repente, apareció una luz resplandeciente que iluminó todo el lugar. Cuando esta se disipó, tanto el diablo como el caballo habían desaparecido y en su lugar estaba una enorme piedra que señalaba al cielo.

Leyenda de la fundación de la abadía de Montserrat

Cuenta la leyenda que el demonio celoso de la vida austera y la compasión del ermitaño Fra Joan Garí, decidió tentarle bajo la apariencia de un anciano. Fra Joan Garí vivía en una cueva de la montaña alejado de la sociedad, comía lo que el bosque le proveía y bebía agua en manantial cercano a su cueva. Un día el diablo celoso de la vida del hombre santo, decidió aparecerse ante el ermitaño con la forma de un anciano venerable

. Este se encontró con el diablo que de manera astuta supo ganarse su confianza, llegando a convertirse en su maestro.

Cada tarde el ermitaño visitaba al demonio en busca de consejo, pero este solo buscaba confundirlo y tentarlo. No obstante, el ermitaño no se dejó influir por las palabras del demonio, su fe era firme como una roca.  Al observar que nada parecía influir en el ermitaño, el demonio decidió crear una trampa que acabaría con el religioso. Poseyó el cuerpo de Riquilda, hija del conde Guifré el Pelós, la cual no paraba de gritar que solo el ermitaño podría salvarla, por lo que su padre decidió llevarla ante el religioso en Monserrat.

Una vez allí el ermitaño la curó, rezando en silencio. Tras ser exorcizada el padre de la doncella rogó al religioso que la dejara quedarse unos días en la cueva, a lo que el religioso aceptó algo reacio. Pasado poco tiempo el religioso comenzó a dudar de sí mismo, pues los pensamientos pecaminosos le invadían, sin saber que hacer el religioso recurrió al anciano, quien le aconsejó seguir sus deseos.
Consumido por la tentación, el ermitaño forzó a la doncella y la violó. Horrorizado por el acto, buscó consejo ante el anciano, el cual le mencionó que la única forma de librarse de la tentación era deshacerse de la doncella.

El ermitaño siguiendo el consejo del anciano asesinó y enterró a la doncella en un lugar recóndito de la montaña. Después de esto el ermitaño vio la verdadera forma del anciano y entendió que había sido engañado por el demonio. El ermitaño comprendiendo lo que había hecho marchó a Roma, ante el mismo Papa pidió perdón, pero este se negó y le condenó a vagar por Monserrat como una bestia, sin erguirse, ni hablar, ni lavarse hasta que Dios, en boca de un infante le perdonara. De esa manera vivió el ermitaño por siete años, hasta que cierto día fue capturado por un grupo de nobles que lo llevaron a Barcelona como regalo para el conde.

Tras llegar a la ciudad fue exhibido en el banquete del bautismo del hijo de la condesa, el príncipe Miró. Mientras era observado por el público él bebe que cargaba la nodriza dijo: ¡Garí, ponte derecho, que tus pecados te han sido perdonados! Después de escuchar al pequeño, el religioso se incorporó y fue reconocido por el conde, quien le preguntó por su querida hija.  El ermitaño confesó su crimen y rogó por el perdón del conde. Este le perdonó y pidió que lo llevara ante el cuerpo de su hija, una vez ahí la comitiva, el conde y el ermitaño encontraron a la hija del conde sana y salva por la obra de la Virgen. En agradecimiento, esta decidió quedarse en Montserrat, donde el conde mando a construir un monasterio de monjas, conocido poco tiempo después con el nombre de Santa Cecilia.

Leydy Montoya

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Leydy Montoya
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