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Las hadas y los espíritus en el día de Todos los Santos

Leyenda de las hadas y los espíritus en el día de Todos los Santos.

Cuenta la leyenda que en cierta época existió un hombre llamado Hugh King, el cual era conocido por su bondad. El día de la víspera de Todos los Santos, Hugh King estuvo pescando hasta muy tarde, mientras esperaba que los peces picaran el hombre pensaba en los seres fantásticos que habitaban los alrededores, así como en las hadas y príncipes. Pasado un tiempo, Hugh King observó a una gran multitud de personas, las cuales recorrían la zona cantando y bailando, llevando consigo enormes cestos y bolsas. Sin considerarlo ni un momento el joven se acercó al grupo, estando ante estos pudo observar lo alegres que se veían y lo bien que lo estaban pasando.

Mientras observaba a la multitud, Hugh King preguntó a uno de los miembros del grupo por el lugar al que se dirigían. El hombre vestido de manera extravagante con un tricornio en su cabeza y calzado de color dorado, mencionó que se encaminaban hacia la feria. Seguido otro de los hombres del desfile invitó al curioso joven a unirse a su celebración, mencionando que, si unía a ellos comería, bebería y bailaría como nunca la había hecho. Siendo testigo de lo bien que lo pasaban Hugh se animó y se unió a ellos. Al unirse una mujer le encargó uno de los cestos y con este en manos partió junto al grupo hacia un lugar oculto en el bosque, donde inicio la celebración.

En el lugar donde se celebraba la feria vio como todos se reunían para cantar y bailar, mientras los mejores músicos que haya escuchado tocaban la gaita y el arpa, asimismo, en esta habían puestos de zapatería, adivinación y comida, en este último podían verse espectaculares manjares. Maravillado por el lugar y expectante por unirse a la fiesta, el joven decidió dejar la cesta que tenía en las manos. Tras ponerla en el suelo de esta surgió un viejo y feo duende, que asustó al joven, este agradeció a Hugh King por traerlo, pues sus dolencias le impedían realizar tal caminata. Después de hablar, el duende insistió en pagar al joven por su servicio, le dio dos guineas de oro y luego le dijo que disfrutara la fiesta y no se asustara por nada de lo que viera o escuchara en esta.

Tras hablar con el duende, Hugh King se dirigió a la fiesta he hizo lo que le dijo el duende, disfrutó todo lo que pudo de la fiesta, comió, bebió y bailó por horas. Pasado el tiempo el joven comenzó a sentirse cansado, por lo que decidió recostarse en un árbol para descansar y observar cómo se desarrollaba la fiesta. En ese momento se le acercó un hombre de piel oscura elegantemente vestido, el cual estaba acompañado por un grupo de personas vestidas de la misma manera. Este hombre cogió al joven del brazo y luego le preguntó si sabía quiénes eran las personas que estaban delante de él y pidió que observara con cuidado a las personas con las que había departido minutos antes. Hugh

King observó detenidamente a cada uno y se dio cuenta que sus compañeros de baile eran personas que conocía hace mucho tiempo, estos habían fallecido tiempo atrás.

En ese momento se dio cuenta de que lo que él pensó eran ropas, eran en realidad largos y blancos sudarios que cubrían a los muertos. Horrorizado ante su descubrimiento, Hugh King intentó escapar, pero estos lo rodearon y comenzaron a bailar mientras se reían del joven. Luego lo tomaron del brazo e intentaron que este se uniera al círculo. Con el paso del tiempo las risas se convirtieron en agudos chillidos que parecían perforar el cerebro del joven, sin poder soportar el horror y el chillido, Hugh King, se desmayó.

Despertó al día siguiente un poco aturdido dentro de un circulo de piedras, ubicado a las afueras de su aldea, mientras organizaba sus ideas escuchó una serie de cantos que provenían de un grupo de luces que se alejaban. Después de esto el joven comenzó su camino a casa algo decaído, pues entendió que lo que había observado era la celebración realizada por los espíritus y las hadas el día de Todos los Santos, la única noche que estos salían de su encierro para celebrar y el un simple humano les había interrumpido, pensó que debía haberse quedado en casa para no estorbar en su fiesta.

Leydy Montoya

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Leydy Montoya
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