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La leyenda de Tangu Yuh

La leyenda de Tangu Yuh

Según cuentan los sabios, cada Año Nuevo se fabrican figuras de la diosa Tangu Yuh en Tehuantepec, al sur de México. A estas figuras las visten como las mujeres zapotecas que hay en esta región, con falda amplia con volantes y enagua pálida, trenzas sujetas con cintas de colores, huipil bordado, labios rojos, ojos negros y corona sobre la cabeza. Esto se hace para celebrar el día en que la diosa vino a visitar esta región, hace mucho tiempo.

Por aquel entonces, los zapotecas vivían en comunión y felicidad, ayudándose entre sí para todas las tareas: desde el cultivo hasta la construcción de edificios y hogares. Su territorio estaba segmentado en tres regiones: el sur, el centro y el norte. Al igual que hoy, las mujeres del norte de aquel entonces tejían telas hermosas con bordados de seda; mientras que los hombres se adentraban en el bosque para cazar jabalíes, iguanas y venados. Mientras que, en el sur, todos sabían trabajar la madera y el barro, así que se pasaban las tardes modelando flautas, recipientes y tambores. El sur era conocido en aquel entonces como una tierra de artistas. Por su parte, en el centro de Tehuantepec se podían encontrar los comerciantes. Las mujeres eran las encargadas de dirigir los mercados, mientras que los hombres traían y llevaban las pieles y los tejidos que habían conseguido sus vecinos en el interior de las montañas. De tal forma que intercambiaban jícaras y recipientes de barro por dichas pieles y telas, las cuales, a su vez, habían sido obtenidas por los cazadores del norte.

Así, los zapotecas vivían pacíficamente y cooperando unos con otros. No obstante, los problemas no tardaron en aparecer. Esto ocurrió porque nadie creía que su trabajo fuera especial. De tal manera que los alfareros del sur creían que sus vasijas eran menos hermosas que las telas que trabajaban al norte; mientras que la gente del centro de Tehuantepec pensaba que no deberían viajar tan lejos sólo para comerciar, pues no eran sus sirvientes después de todo. A pesar de que la gente de esta región albergaba este tipo de pensamientos, los dioses los veían desde lo alto pensando que su vida era armoniosa y perfecta. Entonces decidieron premiar a los zapotecas con la visita de uno de ellos, la diosa Tangu Yuh.

En la víspera de Año Nuevo, apareció en el cielo un relámpago que iluminó todo Tehuantepec, el cual trajo consigo una música celestial en lugar del típico ronquido del trueno. A partir de esto, varias criaturas con enormes alas de plata comenzaron a volar sobre la región y una voz profunda y anónima anunció la llegada de la diosa. Esta primero se dirigió al norte, mostrando tal belleza que nadie pudo describirla en palabras. Los costureros entonces la miraron fijamente para aprender la forma de su maravilloso vestido y así poder replicarlo. Después la diosa fue al centro, donde les habló a los zapotecas en su lengua y estos le hicieron toda clase de preguntas para mejorar su economía. Finalmente, la diosa marchó hacia el sur, donde los habitantes la recibieron con su propia música, tocada tan fuerte que algunos se desmayaron por el esfuerzo. Luego de esto, la diosa desapareció.

Más tarde, los zapotecas del norte y del sur se reunieron en el centro con sus vecinos. Los del sur, que no habían tenido mucho tiempo para ver a la diosa, preguntaban acerca de cómo era su apariencia, pero los del norte habían estado tan ocupados copiando el diseño de su vestido que ni siquiera la recordaban, mientras que los del centro le habían hecho tantas preguntas que ni siquiera habían escuchado su voz. A partir de entonces, decepcionados con ellos mismos, Tehuantepec pasó a ser una región triste y silenciosa cuando antes había sido feliz y armoniosa. Durante largo tiempo los zapotecas posaron su vista en el cielo esperando el regreso de la diosa, pero esta nunca llegó. Entonces cada uno decidió volver a su actividad, descubriendo que cada vez eran mejores en lo que hacían. A pesar de que llegaron a pensar que la visita de Tangu Yu sólo había sido un sueño, decidieron que cada Año Nuevo se reuniría para cantarle una canción a la diosa. Desde el cielo, la diosa se vio conmovida por la triste y emotiva melodía, por lo que decidió bajar de nuevo. Y es por ello que cada Año Nuevo está con los zapotecas, quienes decidieron hacer una fiesta anualmente en su honor. Por esta razón los del norte tejen su mejor ropa en esta época, mientras que los del centro traen los mejores alimentos y los del sur interpretan sus mejores canciones.

Daniel Collazos

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