La leyenda de la Cruz del Diablo (leyenda española)

Se dice que en Cuenca, una legendaria ciudad, vivía el hijo del oidor de la villa; un joven muy simpático. Este muchacho fácilmente enamoraba las muchachas de la ciudad. Aprovecho su belleza para conseguir de ellas todos los favores carnales necesarios para saciar su sed y posteriormente las olvidaba sin remordimiento. También, su capacidad de envolver a las mujeres con sus palabras tuvo un gran resultado.

A la ciudad llegó una forastera muy bella que se robaba las miradas de todos cuando paseaba coqueta por las calles. Diana, era su nombre. Así que, el joven mujeriego se fijó en ella. Un día entabló una conversación con la joven y su intención era llevarla consigo. Diana, se dio cuenta de las intenciones del joven. Por ende, lo rechazaba sin contemplación.

A pesar de todo lo que hacía encontraba rechazo. El joven no se daba por vencido. Ahora bien, una mañana, en la víspera de Todos los Santos, el joven desesperado, recibió una carta de su amada Diana en la que lo citaba en la puerta de la Ermita de las Angustias. En esa carta la joven aseguraba que sería suya. Por fin iba a culminar su objetivo. Así pues, a pesar de que comenzó a llover y tronar, el joven se presentó rápidamente en el lugar en el que la muchacha lo había citado.

Cuando llegó, Diana estaba vestida con las más hermosas prendas. El joven enloqueció de pasión. Comenzó a besar cada centímetro de su blanca piel hasta que finalmente, intentó arrancar parte de su vestimenta. Justo en ese momento un rayo iluminó la oscura noche y los pies de Diana se convirtieron en pezuñas. El muchacho aterrorizado miró a su amada, era el mismísimo Diablo, el cual no paraba de burlarse.

El joven salió corriendo gritando hasta que llegó a la cruz en la puerta de la ermita. Se abrazó a ella esperando que Dios lo salvara de esa bestia. El Diablo lo persiguió y justo en el momento en el que se abrazó a la cruz le propinó un zarpazo que le rozó el hombro. Cuando abrió los ojos, el Diablo ya no estaba allí, pero el zarpazo quedó grabado en la cruz de piedra de la ermita hasta el día de hoy se puede apreciar.