Según cuentan los más ancianos, durante una mañana cálida y de cielo azul, Xdzunuúm, que es como se nombra al colibrí en maya, se encontraba parada sobre una rama de ceiba, llorando al ver su diminuto nido incompleto. Llevaba varios días tratan de encontrar materiales para erigir su hogar, pero sólo había podido encontrar hojas y ramas que le eran insuficientes. La pobre pajarita se sentía desesperada entonces porque necesitaba terminar su nido cuanto antes, pues su boda sería dentro de poco. Aun así, dado que el colibrí es tan pequeño, nadie podía escuchar su llanto ni sus lamentos, salvo Xkokolché, quien llegó volando hasta la rama donde estaba la suplicante y le preguntó por qué estaba tan triste. Xdzunuúm no quería contárselo a nadie porque tenía mucha vergüenza, así que estuvo un largo rato en silencio y negando con la cabeza, pero, ante la insistencia del otro, luego le explicó su situación en medio de sollozos. Xkoloché se lamentó porque ella también era pobre, pero estaba segura de que podía ayudar a la colibrí de alguna forma. Pensó y pensó durante largo rato, hasta que al fin supo cómo podía ayudar a su amiga:
—Nosotros dos somos muy pocos para organizar tu boda, ¿no? — le preguntó Xkoloché.
—Sí, es cierto —respondió el otro.
—Pues pidámosle ayuda a otros animales.
Entonces Xkoloché entonó una canción en maya en la que pedía ayuda y recursos para poder casarse con pajarita, pues él no los tenía. Repitió su canto varias veces con su voz dulce y potente, hasta que fueron acercándose varios animales, árboles e incluso el agua
—Yo traeré el collar —dijo el pájaro Xomxaníl, quien pensaba dar el adorno amarillo de su propio pecho.
—Yo traeré el vestido —dijo la araña mientras comenzaba a tejer un vestido con su propia telaraña.
—Yo traeré el peine —dijo la iguana mientras se quitaba las espinas de su lomo.
—Yo traeré el espejo —dijo el cenote con la intención de donar su agua cristalina.
—Yo traeré los zapatos —dijo el venado.
—Yo traeré los dulces —dijo la abeja mientras iba por miel.
Cuando todos trajeron lo que habían prometido, la boda pudo llevarse a cabo. Xdzunuúm lloró de alegría al ver que por fin iba a poder casarse sin contratiempos. Entonces veló hasta donde estaba su novio y le comunicó que ya podían celebrar su boda. Esta ocurrió unos pocos días después, siendo Xkoloché la madrina. La celebración fue una de las más concurridas del mundo, pues cada animal trajo consigo un valioso regalo.
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