Según cuentan, durante 1649 vivió un sacerdote llamado Juan de Nava, que cumplía su oficio en la Iglesia de Santa Catarina. Este templo se encontraba del otro lado de la acequia Texontlali, donde se encontraban las buenas casas; mientras que del otro lado se podían encontrar casuchas a punto de derrumbarse que conformaban la parcialidad de Santiago Tlatelolco. El religioso vivió junto a su sobrina, doña Margarita Jáuregui, una hermosa joven que ya soñaba con casarse. En aquel lugar también vivía un caballero portugués de muy mala actitud, don Duarte Zattaza. Así, durante una fiesta concertada por el virrey, doña Margarita y don Duarte se conocieron, quedando este último completamente enamorado. A partir de ahí, frecuentó la casa del fraile llevándole regalos y cartas de amor a la joven, ofreciéndole todo tipo de atenciones, hasta que Margarita finalmente accedió y se enamoró también.
Pese al amor que ya crecía en el pecho de su sobrina, el fraile tenía sus sospechas y comenzó a averiguar sobre la vida del portugués. Así descubrió que este había dejado tras de sí múltiples deudas y dos mujeres abandonadas y embarazadas en su tierra natal. También se enteró que enamoraba a las barraganas y tenía al menos diez queridas en distintas partes de la ciudad. Por esta razón, el cura le prohibió a su sobrina volver a ver a ese hombre; aunque fue desobedecido. De forma que injurió al propio portugués para que dejara en paz a Margarita, prohibiéndole el paso por el puente que daba a su casa; pero el hombre se rio del anciano y lo insultó de todas las maneras. Finalmente, cansado de las interrupciones y prohibiciones que le hacía a su sobrina, don Duarte se decidió a matar al fraile en los días siguientes y se escapó con la joven, con quien se casó en secreto en Puebla de los Ángeles.
Cuando llegó el fatídico 3 de abril de 1649, día en que el portugués había planeado asesinar al fraile, don Duarte se encontraba afuera de la casa de doña Margarita hablando con ella a través de la ventana. Al ver que el cura venía cruzando el puente, corrió a su encuentro y tuvieron una acalorada discusión. Discusión que terminó cuando el portugués desenvainó un puñal que llevaba el escudo de armas de su casa y se lo clavó en la cabeza al viejo, provocándole una herida fatal. Después de esto, el asesino levantó el cuerpo en vilo y lo lanzó por el puente. Las aguas torrenciales que corrían debajo del puente arrastraron el cadáver hasta que ya no pudo verse. Tras su crimen, el portugués huyó a Veracruz, donde estuvo por cerca de un año antes de volver a la capital. De nuevo aquí, le pidió a Margarita que huyera con él hacia Tlatelolco, y esta accedió. Pero cuando intentó cruzar el puente, su caballo se detuvo y el hombre cayó muerto. Al día siguiente, su cuerpo fue encontrado junto a un esqueleto con túnica de fraile, el cual tenía un puñal en el cráneo con el escudo de Zarraza y sus manos en posición de haber estrangulado al otro. Desde entonces, se conocen dicho puente como “el puente del clérigo”.
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