La leyenda del milagro de la flor de Nochebuena

Según cuenta esta leyenda mexicana, Camila era una niña juguetona y divertida que vivía en Olinalá, una aldea de México. Como todos los niños, Camila amaba Navidad, en especial cuando era la hora de la Misa del Gallo, pues todos los niños del pueblo iban a la iglesia para dejarle ofrendas al niño Jesús. Sin embargo, una Nochebuena fue distinta a todas las anteriores. En esta, el papá de Camila se había quedado desempleado, por lo que ella no tenía cómo comprarle una ofrenda al niño divino. Por esta razón, se pasó la tarde pensando cómo podría conseguir unas monedas. Entonces Camila va al mercado, donde se encuentra con la señorita Adela, vendedora de frutas. A esta le preguntó si podría ayudarla durante el día a cambio de algo de dinero; pero Adela ya iba a cerrar su puesto porque la gente ya se estaba preparando para la Misa del Gallo. Aun así, le regaló unos dulces para que comiera y para que les diera a sus hermanos.

Camila entonces regresó a su casa y cenó junto a su familia ahí, pese a que la tradición indica que las familias deben ir a cenar en la posada de la aldea. La familia entonces tuvo una comida humilde, de tortillas con arroz y fríjoles. Terminada esta, Camila repartió los dulces que le habían dado; mientras su papá les decía que tendría un nuevo trabajo en el año siguiente, con el cual podría darles una mejor cena y una mejor Navidad. Ya entrada la noche, resonaron por todo el pueblo las campanadas de la Misa de Gallo. La madre de Camila entonces le arregló las trenzas y la alistó para que fuera con los demás niños a la iglesia, pero esta le dijo que no podía porque no tenía las manos vacías. Al escucharla, la madre sintió ternura por su hija y la abrazó, diciéndole al oído que no había regalo más importante que el llevaba en su corazón.

Mientras caminaban hacia la iglesia, pudieron ver cómo las calles estaban llenas. Todos se habían puesto sus mejores prendas para recibir el nacimiento del niño Jesús. Mientras los padres y los hermanos iban caminando adelante, esta iba atrás, triste todavía por ser tan pobre. Cuando su familia entró en la iglesia, ella se quedó en el umbral, avergonzada de no tener ni siquiera una vela para darle al niño santo. Luego se escurrió hasta la antigua sacristía y comenzó a llorar, mientras les llegaban a sus oídos los versos que cantaban los mariachis afuera.

En ese momento, escuchó una voz que le preguntaba por qué estaba llorando. Camila mira a todas partes, pero no pudo saber quién le estaba hablando. Aun así, le contó cuál era la razón de su llanto. La voz le dijo que tomara las hojas que crecían alrededor de sus alas y que las llevara como ofrenda. Camila miró entonces al ángel de piedra que había en la sacristía y descubrió que, en efecto, en sus alas crecían unos hierbajos secos. No podía llevarle eso, pensó la niña; pero el ángel le insistió. Avergonzada y temerosa de desobedecer al ángel, tomó los hierbajos y entró en el templo. Tuvo miedo de que la gente se riera de ella, pero nadie lo hizo. Ya en el altar, depósito los hierbajos y dejó caer sus lágrimas sobre ellos, por lo cual se convirtieron en unas hermosas flores rojas. Todos los que estaban alrededor se sorprendieron y la felicitaron. Y desde ese momento, se conoce dicha flor como la “Flor de Nochebuena” o “Flor de Navidad”.